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Los recortes y el FMI

Jueves, 1 de enero 1970

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) desata las alarmas a cuenta de la economía española, empeorando los pronósticos con respecto a los emitidos en abril. Si entonces auguraba una contracción del 8% del Producto Interior Bruto (PIB), ahora vaticina, nada más y nada menos, que un 12,8%. Desolador, tremendo. En un solo curso el castigo sería mayor que el acumulado en la anterior crisis desde que empezó hasta que acabó. Antes de la pandemia ya los efectos de la política monetaria ultraexpansiva del Banco Central Europeo flaqueaban, el coronavirus lo ha acelerado. Y en Canarias la recesión será aún peor. Es en este contexto donde se entiende que, si no se prorrogan los ERTE en el sector turístico hasta 2021, alcancemos una tasa de desempleo que ronde el 50% en las islas. Una auténtica tragedia social.

La inquietud ciudadana ante este escenario es la que es: ¿habrá austeridad y recortes como sucedió con la Gran Recesión de 2008? Por ahora, los dirigentes políticos, tanto en el archipiélago como en Madrid, lo niegan y sostienen que la salida a la actual crisis será distinta a la anterior. Debe ser así (pensemos en el daño que sufrieron los Estados del sur de Europa, especialmente Grecia) y el deseo es común. Sin embargo, es el mismo FMI el que pone sobre la mesa que el déficit público de España se disparará hasta el 13,9% del PIB en 2020 y apunta un 8,3% en 2021. La deuda, por supuesto, crecerá exponencialmente. Y con estos datos, cuando menos, es para temer que los recortes acabarán por ejecutarse antes o después. Más vale que los responsables digan la verdad pues, de lo contrario, la desafección de la sociedad hacia los dirigentes y partidos políticos se redoblará llegado el momento del desengaño.

En el fondo, esta será la clave política. Si el próximo año se viene abajo el actual discurso de que el endeudamiento masivo prevalecerá sobre la austeridad, estallará dentro del Ejecutivo las desavenencias sobre cómo pasar la tijera. Y Podemos tendrá muy difícil defender su continuidad en el Gabinete salvo que el PSOE adopte postulados de auténtica izquierda que los poderes fácticos en Madrid reprobarán. Si el pacto no lo digiere, en caso de que Europa vuelva a fallar, se disolverán las Cortes Generales e iremos a elecciones. Por eso Pedro Sánchez tendrá prisa en aprobar cuanto antes los Presupuestos Generales del Estado aunque tenga que pagar el precio de orillar a ERC y la mesa de negociación en aras de atraer a Ciudadanos. Lo que le ocurra al PSC-PSOE en los comicios catalanes que se barruntan para finales de 2020, le será secundario a La Moncloa. Sánchez, con 120 escaños, no tiene margen de maniobra e irá sacrificando piezas en el tablero político de cara a ganar tiempo. Sin duda, tiene que dejar preparadas las cuentas estatales a la mayor brevedad posible: a medida que transcurran los meses y se cumpla la tesis del FMI, más complicado le será aunar respaldos parlamentarios tan diversos a izquierda y derecha.

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