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Los peligros del invierno en la playa

Los peligros del invierno en la playa

Jueves, 1 de enero 1970

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Mañana se acaba el invierno, aunque eso ya es mucho decir no solo en nuestras islas, sino en cada vez más partes del planeta. Los canarios sacamos pecho por contar con uno de los mejores climas del mundo. Temperaturas suaves durante todo el año y un sinfín de playas para sacar el máximo partido a este privilegio. Normal que hordas de alemanes elijan nuestro archipiélago para disfrutar de su jubilación. La calidad de vida que tienen aquí, donde además la bolsa de la compra es más barata, no la encuentran en el resto de Europa.

Pero, ¿hasta cuándo va a durar? Aunque queramos cerrar los ojos, en el fondo sabemos, gracias a unos pocos que nos lo recuerdan incansablemente, que esto es inviable. Por muy buen tiempo que tengamos no es normal que la temperatura media en invierno sea de 25 grados, que haya llovido en tres días contados y que la arena abrase en enero y febrero. El cambio climático cada vez es más evidente, pero los gobiernos no están por la labor de actuar en consecuencia. A los dirigentes les interesan iniciativas más populares que, aunque menos urgentes, resuelvan problemas inmediatos. Medidas que se traduzcan en votos, y que sean sus predecesores los que se coman los entuertos del mañana.

Sin embargo, hay que hacer algo desde ya para evitar la catástrofe. Frente a la inacción de los líderes mundiales, la esperanza está puesta, una vez más, en los movimientos sociales. Son los que abren los ojos a la población y ponen en evidencia a los políticos. El pasado viernes estudiantes de todo el mundo salieron a la calle bajo el movimiento Friday For Future, que promueve una huelga estudiantil emulando a Greta Thunberg, una heroína, desconocida hasta hace poco, que ha encontrado apoyo en su lucha en la mayoría de las capitales mundiales. La sueca decidió parar en agosto todos los viernes como protesta por la falta de ambición de su país ante el calentamiento global. Y su arrojo ha logrado que estudiantes de Madrid, Barcelona, Sevilla, Copenhage o Hong Kong la secunden e imiten.

«No hay planeta B», es el grito que suena al unísono en los cinco continentes. Por mucho que los gobiernos se hayan comprometido a través del Acuerdo de París a limitar el irreversible aumento de la temperatura eliminando los gases de efecto invernadero, sin sanciones o instrumentos que obliguen a cumplir el acuerdo, la presión social es la última esperanza para empujar a los países a recortar con suficiente intensidad sus emisiones.

El planeta se queda sin tiempo, y ni siquiera en Canarias es buen síntoma disfrutar de la playa en pleno invierno. La acumulación de gases de efecto invernadero expulsados por nuestra actividad es insostenible. Lo positivo es que los científicos ya no están solos con sus advertencias y denuncias. Hay cada vez más conciencia en la sociedad y entre todos tenemos que hacer fuerza para que la herencia de los gobiernos a nuestros hijos y nietos no sea la de un mundo peor. Ellos no tienen culpa de nuestra irresponsabilidad.

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