Las trincheras políticas
Si se quiere un reflejo fiel del estado de la política en Europa, véase Alemania que va camino de reeditar una gran coalición (la tercera) y que la ultraderecha lidere la oposición. La Historia no se repite, tampoco como farsa. Pero hoy hay destellos de aquel periodo de entreguerras en el Viejo Continente en el que afloraron los extremismos (nazismo, fascismo y autoritarismos de toda laya) y se radicalizaron las ideologías en detrimento de la democracia liberal, por no olvidar la guillotina de Moscú amén de emancipar al proletariado. En este momento su igual sería la posmodernidad y los populismos que salpican a izquierda y derecha mientras las redes sociales ensalzan la emotividad política frente a los argumentos y el debate sosegado.
El centroderecha y la socialdemocracia germana se ven obligados a negociar porque saben, en el fondo, que el ataque que sufren es contra el sistema político y no solo perjudica a uno de los dos. Que el SPD pague los platos solo es evitable con mucha pedagogía ciudadana, si bien es cierto que es complicado en un presente de tribunales populares en Facebook. Es el mundo que nos ha tocado vivir: entre la descomposición y la incertidumbre de qué sobrevendrá.
En cierta medida, es el mismo debate que se hallaba soterrado en la competición entre Pedro Sánchez y Susana Díaz en las primarias socialistas. Díaz no logró plasmar que el camino del PSOE no podía seguir siendo la suma de derrotas electorales en las urnas (2015 y 2016). Y el frenesí de Sánchez, mártir de la dirigencia o sagaz reconvertible, topó con la impotencia del problema catalán. En Ferraz deben preguntarse de qué sirve avivar conceptos como la plurinacionalidad.
Angela Merkel gana elecciones porque aporta seguridad. Ofrece una certidumbre tan concreta como valiosa: anclarse todavía en el reino de la política de antaño. Y esto enorgullece a los pensionistas y a las clases medias que aún quedan. Y ahora, otra vez, solicitan a la socialdemocracia de Martin Schulz que se sacrifique. Esa figura en nuestro país intentó protagonizarla Alfredo Pérez Rubalcaba, pero la irrupción de Podemos (hoy en horas bajas) certificó su fracaso. Para irse Rubalcaba de la política, muy mal estaban las cosas. Y los comicios europeos donde se estrenó Podemos así lo refrendó. En fin, este clima político alemán, y no otro, es el que marca el ritmo europeo. Pero nosotros seguimos con la cuestión catalana y detestando posibles pactos entre populares y socialistas aunque sean puntuales. Dándose la paradoja que cuanto más se alejen entre sí los dos grandes partidos del sistema del 78 más amenazados estarán por sus flancos (Ciudadanos y Podemos). No hay espacio para cuatro formaciones con la normativa electoral estatal. Antes o después habrá que dirimir el dilema: retorno del bipartidismo o quiebra constitucional.