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La guerra de los lazos

Jueves, 1 de enero 1970

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Las emociones son muy rentables electoralmente. Sin ir más lejos, muchos han dado su vida ingenuamente por la patria en lejanos campos de batalla, fuese con los Tercios de Flandes o en la Guerra de Cuba. Es igual. Los lazos amarillos son para el independentismo el símbolo de que su causa, su guerra, está viva. Por cada lazo se agita la conciencia y, por lo tanto, por cada lazo retirado se envalentonan otras. Esto es lo que hace Ciudadanos al entrar en esa campaña de la contienda por los lazos amarillos: lo mismo (aunque al revés) que el independentismo. Es la manera idónea de resucitar su posicionamiento ante la opinión pública tras la recuperación de la lógica política del bipartidismo.

Cuanto mayor sea el conflicto catalán, más probabilidades de que Ciudadanos mantenga sus expectativas. Así de claro. Aunque dudo que en algunas regiones, como la canaria o la gallega, eso le ofrezca muchos votos. Dicho en plata, cayendo en este ego de la beligerancia de los lazos, Albert Rivera confronta y divide al igual que lo hace el presidente Quim Torra, Carles Puigdemont desde su huida (que no exilio) o, si pudiera de no estar en la cárcel, Oriol Junqueras.

Antonio Cánovas del Castillo vino a decir más o menos que estaba dispuesto a sacrificar <> con tal de que España no perdiese Cuba. El resultado, ya conocido, fue un desastre y entramos en la crisis de 1898 que supuso un severo rapapolvo a la moral nacional. Llevar el sentimentalismo patrio a límites insospechados puede ser contraproducente. Y eso es lo que Rivera debería pensar: ¿hasta cuándo tensar la calle para arañar votos y escaños fuera de Cataluña?

Hay que desinflar el conflicto. No añadir más emociones a las de los otros pues, de seguir así, se alimenta una espiral endiablada que dificulta cada vez más la solución a la cuestión territorial, si es que la tiene ya que la problemática se ha enquistado amén de los soberanistas catalanes. Rivera denuncia con frecuencia el estilo de lo que él cataloga como viaje política. Si la supuestamente nueva pasa por avivar lazos y banderas estará haciendo lo mismo que otros previamente. No es, ni por asomo, nada nuevo. Tal es así, que el PP con Pablo Casado tiene a tiro recuperar el espacio electoral que Ciudadanos le ha quitado en el ámbito nacional desde los comicios generales de 2015. En el mejor de los casos para Ciudadanos, con esta táctica solo dividirá a la derecha en el arco parlamentario. Y no contribuirá a relajar la convivencia territorial. Demasiadas emociones para lograr unos escaños, un electoralismo similar al que le interesa a los soberanistas. Fuego, mucho fuego, para nutrir el conflicto y que nunca desaparezca. Es decir, pura y dura vieja política.

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