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En un país en el que se habla mucho y se escucha casi nada, en el que las palabras de unos se superponen sobre las otras, provocando que todas sean ininteligibles. En este país en el que los exabruptos e insultos son moneda cotidiana, sobre todo en política, y en el que los discursos se radicalizan, porque así, por lo visto, lo marcan ahora sus estrategias electoraleras, y se da pábulo, sin pudor, a cuanto alimente las bajas pasiones, que solo llevan a la confrontación; en el que se ignora el mandato de ayer de promover los entendimientos y consensos. En este país, ya digo, donde se impone el griterío, desde el teatro Pérez Galdós, o mejor dicho desde el recién iniciado proyecto Laboratorio Galdós, que el jueves estrenó la primera de sus obras teatrales, Ana. También a nosotros nos llevará el olvido, nos llega una lección que trasciende el mundo del teatro, de la cultura, una lección para toda la sociedad: la grandeza de escuchar.

Laboratorio Galdós es una de las iniciativas integradas en los numerosos actos previstos en el bienio galdosiano, iniciado este año y que concluirá en 2020 coincidiendo con el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, don Benito, el más grande y universal de nuestros escritores. Podría pensarse que es una iniciativa cultural al uso, pero la valentía y arrojo de sus promotores la convierte en mucho más, en la medida en que invita, a cuantos deseen, a ser copartícipes del proceso creativo, planteando al público implicarse activamente en la obra, permitiéndole ser asistente de creación, siendo, en suma, escuchado y atendido.

Ana. También a nosotros nos llevará al olvido, primer montaje de los tres previstos por Laboratorio Galdós, y que se representa hasta hoy en el primer coliseo capitalino, está escrito por la dramaturga Irma Correa, que se ha inspirado en la Nora de Ibsen y su Casa de Muñecas y en la Tristana de Galdós, y Mario Vega, al frente de la productora Una Hora Menos, lo ha convertido en un hecho teatral que conmueve por su don de la oportunidad, que no oportunismo, por su pujante actualidad, que transmite un torrente de emociones, con una puesta en escena que sorprende por sus muchas virtudes, en las que suman un exquisito trabajo interpretativo y una atrevida escenografía, con iluminación y audiovisuales que envuelven y que se ha hecho realidad después de someterse al escrutinio de 1.405 espectadores, de ellos 1.200 escolares, que durante 20 ensayos han sido escuchados y han ayudado a moldear el producto final. Un ejemplo claro de que la cultura es un instrumento de dinamización social y también de activación de conciencias.

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