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La encrucijada de Podemos

Jueves, 1 de enero 1970

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Asombra la rapidez con la que nacen y pueden declinar los partidos. Al calor de la crisis económica Podemos irrumpió con una fuerza social inusitada que tuvo como antesala el 15M. Fue tanta la pujanza que hubo encuestas que situaron a Podemos por delante del PSOE y, de hecho, se desataron los alarmas en Ferraz. Tal es así, que ahora Pedro Sánchez lo justifica como el motivo del miedo de los barones que justo acabaron enfrentándose a él. Aunque luego Sánchez esté confeccionando unas listas al Parlamento donde Susana Díaz y otros líderes regionales no logran integrar a los suyos. A buen seguro, Sánchez está pensando ya en el escenario poselectoral y es que, en cualquier caso, le vengan bien o mal dadas, querrá seguir controlando el PSOE.

Hubo un intervalo de tiempo, corto pero intenso, en el que parecía que Podemos iba a ocupar el epicentro de la izquierda a modo de marea social a la italiana que desplazara a las siglas preexistentes (socialistas y comunistas). De eso ya no queda nada desde que Pablo Iglesias y los soberanistas catalanes, gracias a las gestiones del líder de Podemos, auparon a Sánchez a La Moncloa con el triunfo inesperado de la moción de censura que destronó a Mariano Rajoy. Algunos dentro de la formación habrán pensado qué necesidad había de otorgarle semejante protagonismo al PSOE. Y precisamente el aumento de escaños que apuntan los sondeos para el centroizquierda sería promovido por el voto útil a favor del PSOE que perdería Podemos. Algo así como en la época de IU pero de manera más intensa.

Es más, ya en términos estrictamente canarios, el ascenso de NC en 2015 hubiera sido entonces mayor si no fuera por la aparición de Podemos. Y en la actualidad, si se prevé un descenso de Podemos en enclaves como el consistorio de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo requerirá para mantener la alcaldía que el PSOE aumente el número de concejales e igualmente NC. Eso si se quiere reafirmar un pacto de izquierdas y no otras opciones con Ciudadanos, una vía incongruente desde que Albert Rivera ha dicho, aunque fuera a escala estatal, que no quiere saber nada de posibles acuerdos con el PSOE.

El personalismo exacerbado de Iglesias y el coto cerrado de su alta estructura no incitan a la regeneración de la orilla ideológica progresista. Una izquierda que, por cierto, en caso de que Sánchez no gobierne, quedará huérfana y a la espera de otros acontecimientos de calado. Por ejemplo, ¿bastaría con un recambio de liderazgo en Ferraz tras un resultado negativo que impida revalidar el poder? ¿Habría que explorar plataformas por crear en la izquierda como si fuera Italia en la década de los años noventa? Demasiadas incógnitas por despejar que ni siquiera las empresas demoscópicas pueden ayudar. Es tanta la incertidumbre que cuesta limitar los pronósticos electorales. Lo único claro es que vivimos un punto de inflexión en el sistema de partidos. Y eso tiene implicaciones estructurales.

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