La baja natalidad, un problema de todos

En España existe, sin duda, un problema demográfico de primer nivel pero el tema no se está abordando como se debiera desde las administraciones, que solo hablan del bajo número de nacimientos cuando sale a colación el tema de las pensiones. Como si la responsabilidad no fuera con ellos y con las medidas que ponen en marcha, consideran que el menor número de nacimientos se debe a un capricho de las familias españolas.

En España hay, entre otras cosas, mucha precariedad laboral, una tasa de desempleo muy elevada, una incapacidad de los jóvenes para emanciparse y formar una familia por el alto precio de los alquileres y el no acceso al crédito para comprar (precisamente por los contratos temporales y precarios que suelen tener y que impide que un banco les dé una hipoteca), una carencia absoluta de plazas públicas en guarderías y una inexistente conciliación laboral y familiar, con largas jornadas laborales que, todo sea dicho de paso, son indirectamente proporcionales a los niveles de productividad. Así las mujeres españolas no es que no quieran es que no pueden tener hijos. Y las valientes que toman la decisión optan por uno solo. Y es este escenario el que provoca que España sea hoy uno de los países con los niveles de natalidad más bajos del mundo: 1,3 hijos frente a los 2,1 que son necesarios para garantizar el reemplazo generacional.

Pero como todo, es mejor mirar a otro lado y echar balones fuera. En España llevamos tres décadas de caída de la natalidad pero nadie lo afronta con medidas sociales y, ojo, laborales, como sí se hace en otros países del entorno europeo. En consecuencia, la natalidad seguirá cayendo en los próximos años.