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Han pasado décadas desde que la conservera cerró sus puertas. Y no mucho menos desde que el Islote del Francés, donde Rocar operaba, se convirtió en una pieza de suelo perversa para Arrecife. Con varias decenas de miles de metros cuadrados, en primera línea costera, la finca es un pegote que rompe la imagen de la capital de Lanzarote. Un pegote que sirve para que muchas personas con recursos insuficientes puedan malvivir, con la sociedad en general dando la espalda a tan triste realidad.
Haciendo un breve resumen, tenemos un edificio en ruinas que no se puede tocar, por un valor patrimonial que se le supone por algunos; mucha porquería acumulada, consecuencia de años de abandono; y poco o nada a la vista para hacernos creer que se puede revertir la situación, pese al enorme potencial que tiene el lugar, de titularidad privada, como espacio urbano trufado con amplias zonas verdes.
Combinando los factores, la Rocar es una referencia con muchas opciones de codearse con la desgracia. Tuvimos el miércoles que lamentar el hallazgo de una persona sin vida, víctima de mal estado del inmueble que le daba acomodo y de la difícil situación personal por la que parece atravesaba. Y no es la primera pérdida fatal que hay que lamentar en el Islote de Fermina. Hace años, recuerdo, hubo un asesinato, en una chabola, con sustancias estupefacientes de por medio.
Encaminados a despedir 2023, ya va siendo hora de que se establezca una acción política común, sin colores, ni siglas, para dar una solución al lugar. No sé si arrasando con lo que aún hay en pie o dando permiso para urbanizar de modo ordenado. Cualquier cosa que se decida y se ejecute será mejor que lo que ahora se padece. Desidia, falta de consenso e inoperancia ya sabemos las consecuencias que acarrean.
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