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La pregunta es inevitable viendo las pintas del personaje: ¿se han vuelto locos los británicos? Pero si hacemos un poco de memoria, es una pregunta similar a la que nos hicimos al conocer los resultados en su día de las elecciones en Estados Unidos, Italia y Brasil. Y, al menos hasta la fecha, no hay constancia científica de un enloquecimiento masivo en esos país. No nos engañemos: tampoco en el Reino Unido. Si el Partido Conservador que lidera Boris Johnson ganó con aplastante mayoría absoluta las elecciones, fue porque la democracia tiene estas cosas. Y los partidos que crecen en votos, cuando la participación es similar a la de anteriores citas, lo hacen básicamente porque ocupan el espacio que dejan otras formaciones políticas. De manera que si de verdad queremos hacernos preguntas, quizás haya que dirigirlas a los laboristas y al derrotado Jeremy Corbyn.

Las elecciones del pasado jueves se plantearon casi como un plebiscito. Estaba en juego quién ocuparía el número 10 de la estrecha calle Downing en Londres pero lo que se dirimía iba más allá: un brexit por la vía rápida y sin más negociaciones o volver al punto de partida. Es más, también sobrevolaba la posibilidad de otro referéndum, porque lo cierto es que los laboristas jugaron con la ambigüedad en este asunto. Ayer, al conocerse los resultados, ya no hay margen para la duda: el Reino Unido se irá de la Unión Europea y nadie puede cuestionarlo desde el punto de vista democrático. Así lo decidieron en su día y, por si había alguna duda, apoyaron mayoritariamente en las urnas al candidato que defendió mantener esa opción y además por la vía expeditiva.

¿Se equivocan los británicos? Probablemente sí, o al menos sí desde nuestra óptica de país que no se plantea salir de la Unión Europea. Pero resulta que en democracia son los ciudadanos los que deciden su futuro y los que también derecho a equivocarse. Con todas sus consecuencias, por supuesto.

Estas reflexiones valen lo mismo para los paisanos de Johnson que para los del rey Felipe VI. Lo digo por esos discursos de quienes parece que están en una posición de superioridad y lanzan la tesis de que hay que tener cuidado con lo que se hace a partir del resultado de una votación, porque entienden que si el pueblo se equivoca, alguien debe corregir ese error y enmendar la plana. Por ahí suelen irse al garete las democracias.

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