Interinos: pues que sigan esperando...
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Alguien en el Gobierno debió pensar que ya que los interinos llevan años esperando que se atienda su reivindicación de estabilidad laboral, pues daba igual darles plantón y dejarlos con las ganas de firmar un principio de acuerdo. Después de todo, si hay quienes atesoran una década de espera, pues un par de días más tampoco les debe molestar tanto... Pero sucede que, además de que la paciencia es finita y de que el respeto es muy bonito, la administración no debe ser quien incumpla su palabra. Y eso precisamente es lo que pasó ayer: a primera hora del día se cancelaba la firma del preacuerdo alcanzado con los representantes del colectivo de interinos y se hacía por motivos que el Gobierno se encargó de no ofrecer. Cosa, ya puestos, que es la guinda del disparate. Sobre todo porque da pie a intervenciones muy diversas: que si el ministro Iceta se puso firme y el Ejecutivo canario se achantó, que si los sindicatos mayoritarios entre los funcionarios pusieron el grito en el cielo, que si faltó un informe jurídico... sobre esta última explicación, uno se ríe por no llorar: si así fuera, ¿a qué vino decirle a los interinos que sí habría firma? ¿O es que alguien va por ahí usando el nombre del consejero Julio Pérez en vano y embarcándolo en un acto a sabiendas de que falta un papel que es clave para el preacuerdo?
Es evidente que estamos ante un contencioso que no tiene fácil salida. Es más, las aristas son muchas. El conflicto de los interinos se ha ido prolongando en el tiempo; se le ha dado, como en el fútbol, una patada hacia adelante y muchas veces se ha preferido la paz con los sindicatos que representan a los funcionarios (digamos que los 'estables'). Si uno escucha a estos últimos y sus argumentos, puede darles en gran parte la razón sobre la importancia de un concurso en toda regla para adquirir la condición de funcionario, pero si uno escucha la experiencia de los interinos, lo fácil es ponerse de su lado. También es cierto que se trata de un problema de ámbito estatal, donde el Gobierno central igualmente se ha puesto de perfil y no quiere precedentes autonómicos que condicionen a los 'muertos' que igualmente tiene en su propio armario. Y por completar el dibujo, tengamos en cuenta que este problema ha evidenciado una quiebra entre un sindicalismo de clase, esto es, el de los fijos, y unos colectivos que se lo han montado por su cuenta ante su evidente orfandad sindical.
Pero entendiendo todos esos considerandos, lo del Gobierno ayer es indefendible.
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