El hartazgo de Junts
Hay que poner el foco en lo que apunta la demoscopia catalana
Junts se está hartando. O eso parece por lo que dice Miriam Nogueras desde la tribuna del Congreso de los Diputados. En realidad, habría que ... darles la bienvenida al club del hartazgo, ese en el que muchos de los miembros piensan lo mismo respecto al partido independentista que lidera Carles Puigdemont desde su exilio dorado.
De acuerdo con las palabras de la portavoz parlamentaria de Junts, la paciencia se les está agotando porque Pedro Sánchez no cumple sus promesas. Debe ser que les pareció poca cosa sacar adelante la ley de amnistía, porque lo cierto es que hay asuntos que efectivamente no han llegado a buen puerto, pero en los que tampoco el presidente del Gobierno de España tiene mayor margen de maniobra. Es el caso, por ejemplo, del uso del catalán como una lengua más en el espacio de las instituciones comunitarias, un empeño donde el Ministerio de Exteriores y el propio jefe del Ejecutivo se han 'gastado' ante otras cancillerías pero sin éxito porque los socios comunitarios no están por comprar el discurso y hacerle el favor a Junts.
En cuanto a la pretensión de una cesión completa de competencias en materia migratoria, que también está sobre la mesa, el problema es cómo llevarlo a cabo: si se hace a través de una fórmula que precise del apoyo de la mayoría parlamentaria, el fracaso parece casi asegurado, pues Podemos no lo va a respaldar y probablemente en Sumar también haya división.
Así las cosas, quizás para entender el brote de hartazgo por el que atraviesa Junts hay que poner el foco en lo que apunta la demoscopia catalana: el auge imparable de la Aliança Catalana de la alcaldesa y diputada Orriols, una opción política que mezcla el independentismo con el odio al inmigrante (por supuesto, al español, pero poniendo el acento en el rechazo absoluto a los extranjeros, especialmente si llegan de países africanos o siguen el credo islámico). Junts empieza a verle las orejas a ese lobo y no le queda otra que subir el trono en el Congreso, con un juego de amenazas continuo que se escenifica votando junto al PP y Vox. Sobre esto, ya se ha encargado Gabriel Rufián de advertir a Sánchez de que la derecha y el independentismo catalán más conservador hacen bueno eso de que Dios los cría y ellos se juntan...
Lo que realmente se le pase por la cabeza a Carles Puigdemont solo lo sabe él. De hecho, ni quienes comparten la dirección del partido lo conocen, pero al final todos siguen a pie juntillas sus decisiones. Esto, por tanto, durará lo que él quiera. Pero ni él controla si sus decisiones le beneficiarán. En su poder tiene, en resumen, su debilidad.
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