Campaña analógica
Del director ·
Los protocolos electorales hay que actualizarlosArranca esta noche una campaña electoral, en uno de esos ejercicios de formalidad electoral que es heredero de protocolos más que caducos. De acuerdo con ... la legislación vigente, a partir de la medianoche los mismos señores y señoras que llevan semanas contándonos sus promesas se transformarán, como si fueran protagonistas del cuento de la Cenicienta, y se convertirán en candidatos. En realidad la única diferencia entre las 23.59 horas y las 00.00 de este viernes es que ya podrán pedir expresamente el voto.
Y arrancarán así quince días que concluirán con otro protocolo que conviene jubilar: el último día de campaña, a las 23.59 horas, podrán seguir pidiendo el voto, pero a las 00.00 horas ya deben dejar de hacerlo... pero, eso sí, sus discursos, sus mítines y sus carteles seguirán colgados en formato digital, podrán seguir siendo compartidos en redes sociales y veremos sus caras en los carteles.
Estamos hablando de un modelo de campaña analógico cuando es evidente que vivimos en la era digital. Lo padecemos también los medios de comunicación de Canarias con la diferencia horaria con la península, que parece una tontería, pero que no lo es en las jornadas electorales, cuando comienzan a difundirse los resultados a pie de urna. En lugares como Estados Unidos, donde esas diferencias horarias son mucho mayores, lo tienen claro: el voto de un estado no se ve influido porque el votante sintonice una televisión y esté leyendo ya el recuento de votos en el otro extremo del país.
También hay que revisar la asignación de espacios para los partidos en las televisiones de ámbito público. Ese reparto de tiempos según resultados es igualmente propio de otra época, además de suponer una especie de censura para los profesionales del medio. Es como si alguien desde el poder ejecutivo estuviese convencido de que como esas teles y radios manipulan por sistema, pues que se note un poco menos en campaña... Y que esa convicción se mantenga tras 40 años de democracia resulta insultante para los profesionales, y también para la audiencia, pues estamos ante una idea que parte del principio de que el espectador es tonto y, por consiguiente, fácilmente manipulable.
Ya puestos a revisar, eso de que los debates televisados se ciñan también a ese reparto de tiempos y bloques temáticos, con sorteo de ubicaciones, turnos y demás vainas es otra prueba de poca fe en nuestra condición de democracia consolidada.
Ojalá esta sea la última campaña con estos lastres.
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