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Conrado Domínguez volvió a dirigir el Servicio Canario de Salud en la presente legislatura tras una crisis en la consejería de Sanidad y una muy desconcertante decisión de algún visionario que decidió repescarlo para el área, tras haber dirigido el SCS con Fernando Clavijo como presidente.
Recuerdo las fiestas que montaron muchos miembros de CC al enterarse que el Ejecutivo de Torres había tenido que acudir a Conrado para intentar pacificar un área que quedó tocada tras la dimisión de Teresa Cruz como consejera. Celebraran los nacionalistas este fichaje como una pequeña victoria moral, pues defendían que los socialistas habían reconocido de esta manera la gran labor que ejecutó Domínguez en la pasada legislatura, con ellos como valedores.
Lo cierto es que ahora todos callan. Ya no celebran nada unos, ni muchas explicaciones sobre su fichaje dan los otros. El caso Mascarillas, destapado por este periódico, ha sido un verdadero quebradero de cabeza para un Gobierno que había sorteado bien los numerosos reveses a los que se había enfrentado. Quizás tendrían que haber cortado de raíz el problema -Conrado Domínguez- a tiempo, y no esperar al último momento, cuando comprobaron que el ya exdirector del SCS es, de momento, un mentiroso. Porque mintió al decir que no había hablado nunca con Rayco González, dueño de RR7.
El cornudo, en este caso el Gobierno, es el último en enterarse de las mentiras e infidelidades, y el infiel, en este caso Conrado, defiende hasta el final su ejemplar comportamiento matrimonial. Y cuando el cornudo lo ve con sus propios ojos, el daño ya está hecho.
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