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Farray sin ley

Farray sin ley

José L. Reina

Jueves, 1 de enero 1970

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Los que solemos ir a la plazoleta Farray con cierta regularidad, ya sea para desayunar mientras leer la prensa de manera tranquila, o para tomar una copa después de cenar, disfrutamos de ese espacio con placer y civismo. Es una plaza que tiene mucho encanto, y son dos ambientes antagónicos por la mañana y por la noche, pero con un encanto único. Su cercanía a Las Canteras y su gran variedad de locales lo convierten en uno de los puntos de ocio más transitados de la capital. Un ambiente sano que unos cuantos se están cargando, porque al llegar la madrugada, la historia cambia.

Los vecinos de la zona están al límite, y con razón. Los detestables vídeos que comparten en las redes sociales como denuncia muestran la cara menos deseable de Farray. De lunes a lunes, y hasta el amanecer, una clientela de dudosa procedencia se dedica a pelearse, orinar, gritar, o todo lo que se les ocurra.

Se convierte en la zona sin ley, donde todo vale, y donde los vecinos son las principales víctimas de una tragedia que ya dura mucho tiempo. No hay seguridad, al día siguiente tienes que ir esquivando vómitos y orines, y con un poco de suerte, puedes asistir a la última sesión de algún espectáculo de los antes descritos.

Es un punto caliente que el Ayuntamiento todavía no ha sabido solucionar. Y tiempo han tenido. Ya no se trata de solicitar una respuesta, se trata de plantarse en las puertas del Consistorio y no salir hasta que el responsable político garantice la paz, la seguridad, y el descanso de todos los vecinos. Por no hablar ya de la zona del parque de Santa Catalina, con Ripoche y Luis Morote como puntos negros, junto a la siempre conflictiva Miguel Rosas.

Presumimos de ciudad, de playa, de clima y de calidad de vida. Pero no podemos pasear tranquilos porque en cualquier lado nos podemos encontrar con alguna joyita especialmente excitada en busca de víctimas.

¿Cuál es la solución? Pues arreglar el problema. Ni más ni menos. Arreglar un conflicto que ya ha llegado al límite. Los concejales que son vecinos de Farray, que los hay, ¿en qué ciudad viven?, porque dudo que sea en la misma donde viven las víctimas, los vecinos. ¿De qué vale la presencia policial un par de noches para suavizar las críticas, si a la semana vuelve el mismo panorama?

Los políticos municipales son elegidos precisamente para arreglar este tipo de problemas cotidianos de los ciudadanos, no para hacer política de foto y debatir cosas absurdas que en nada afecta al vecino del barrio. Y parece ser que algunos no se han enterado, o lo que es peor, no quiere hacerlo.

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