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efe

Estados Desunidos de América

Del director ·

La primera potencia se rige por un calendario electoral a medio camino entre lo agrario y lo religioso

Jueves, 5 de noviembre 2020, 07:11

Así como me incluí sin reparos en el club de los que admiten que con Trump todo es más divertido -tragicómicamente divertido, para ser honestos-, también formo parte de los que se que asistieron al recuento electoral de Estados Unidos como parte de un gigantesco show. Supongo que dentro de poco veremos en Netflix una película o una miniserie en torno a la agotadora jornada electoral, convertido en una singular noche de Halloween -por aquello de los sustos- para los integrantes de las dos candidaturas. Yveremos cómo acaba este culebrón, pues las huestes de Donald Trump ya enseñan la patita de una batalla judicial que pasa por deslegitimar el resultado, en otro ejemplo de que es la encarnación del antisistema sentado en el Vaticano del sistema:el Despacho Oval.

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Estados Unidos nos parecía la democracia perfecta y el modelo a imitar... hasta que suceden estas cosas. Es ante episodios como este cuando calibramos lo que significa tener apenas dos siglos de tradición democrática, menos de medio siglo de equiparación plena entre blancos y negros y, sobre todo, ser rehenes de una historia donde el individuo siempre ha estado por encima de la colectividad y donde el bien común era secundario ante la consagración de los derechos particulares.

No hay más que recordar que en pleno siglo XXI la primera potencia mundial sigue votando el primer martes después del primer lunes de noviembre por una herencia a medio camino entre lo agrario y lo religioso. No por una conjunción astral ni por superchería, sino porque se mantiene un hábito de los tiempos en que votaban solo los hombres, se evitaba el tiempo de las cosechas, se tenía en cuenta que había que desplazarse desde los hogares al colegio electoral mayoritariamente a caballo y, por si fuera poco, había que evitar un día que fuese sagrado para cristianos o judíos, lo que impedía que fuera domingo o sábado, respectivamente, como tampoco podía ser ninguno de esos dos el elegido para que el elector se subiera al equino e iniciase la caminata hasta la urna. Así están desde mitad del siglo XIX, con el añadido de un sistema mayoritario muy singular que consagra el bipartidismo, y con cada Estado legislando cómo le apetece el asunto de la regulación del voto por correo, el adelantado y el recuento.

Si le sumamos las notables diferencias entre el modo de vida la calidad de la misma entre las costas atlántica y del Pacífico y el centro del país, pues nos encontramos con los ingredientes que ayudan a entender algo mejor lo que está pasando. Esto no es el perfecto Estados Unidos, sino los Estados Desunidos de América.

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