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En muchas sociedades, la opinión de las personas mayores se tiene muy en cuenta. No solo se les cuida, también se les escucha y esa voz de la experiencia se considera trascendental en el día a día. A nivel social, político y económico.
Ahora que tenemos el corazón encogido porque partes importantes de la península ibérica están siendo devoradas por el fuego, convendría reflexionar sobre el escaso o nulo caso que se le hace a los que llevan toda la vida habitando las zonas afectadas. Algunos dirán que se trata de oportunismo, rencillas políticas y venganzas personales. Puede que así sea. Pero las críticas vertidas sobre la gestión de prevención realizada en algunos de los parajes que hoy son ceniza seguro que cuentan con mucha verdad.
La voz de los agricultores y ganaderos no se tiene en cuenta. Se apuesta por los expertos y se hace oídos sordos ante los otros. Soltar el ganado por el campo es ahora un imposible en la mayoría del territorio y limpiar un barranco de cañas y pinocha está considerado como una tropelía contra la naturaleza. A pesar de que sean gasolina para el fuego.
Alcanzar un equilibrio y un consenso entre la tradición y los conocimientos académicos y contemporáneos es la mejor vía para desarrollar un plan de prevención eficaz ante lo que irremediablemente va a más fruto del cambio climático. Por desgracia en estas islas sabemos lo que es ver el fuego avanzar sin control por nuestras cumbres. Esperemos que durante los meses anteriores a este verano se haya escuchado a todas las partes y no tengamos que lamentar nuevas catástrofes.
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