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El salto histórico del PP

Jueves, 1 de enero 1970

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Algunos terremotos provocan cambios irreversibles en el paisaje. Montañas que parecían inamovibles desaparecen de un solo movimiento. Le está ocurriendo al Partido Popular, la fuerza política que canalizó las energías de la derecha española desde la instauración de esta democracia, aún con siglas diferentes. Uno de los méritos atribuidos a Manuel Fraga fue la reunir bajo el mismo techo a un amplio espectro ideológico, desde los nostálgicos de los golpes militares hasta los católicos más liberales. Esa construcción acaba de derrumbarse, con la salida precipitada de Mariano Rajoy. Nadie en su entorno advirtió de la fragilidad de las pantallas de plasma.

Si la modernidad se construye sobre pilares líquidos, como describió Zygmunt Bauman, el PP acaba de sumergirse en la marea. La elección de sus líderes por el método de primarias, en votación abierta a todos sus allegados, refleja algo más que un simple cambio estético. Es un salto histórico que debe medirse por su peso evolutivo. Hasta ahora, la estructura política de los conservadores venía definida por el Ejército, por los sectores más retrógrados de la Iglesia o por los imperativos de las grandes fortunas perplejas ante la evolución de fuerzas ajenas. Puede que esto no haya terminado, pero ya no será útil el método del dedo.

El proceso interno lo ganará quien gestione mejor el choque emocional entre lo viejo y lo nuevo. A partir de aquí, todo es democracia, hasta los charcos. La evolución natural acelera el final de los poderes hereditarios. La sociedad marca nuevas fronteras, y ese ritmo trepidante provoca serios desperfectos en las convenciones políticas. Vean, si no, el regreso del PSOE al poder. Satisfecho de crear equitativos centros cerrados para inmigrantes. Tan progresistas como Ángela Merkel.

@gonzalohmartel

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