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El llanto de los niños

El llanto de los niños

Jueves, 1 de enero 1970

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Un niño que llora desesperado, muerto de miedo y sin entender lo que está sucediendo a su alrededor despierta al niño que fuimos un día, con el mismo miedo a que nos separaran de nuestros padres o a quedarnos solos y sin saber dónde estábamos. Cuando escuchamos a esos niños llorar en la frontera de Estados Unidos también estamos escuchando a nuestros hijos. Leemos noticias sobre guerras, hambrunas o barcos que navegan en medio de la nada buscando futuro y siempre olvidamos que hay niños en todas partes.

Cuando estuve en Auschwitz vi los zapatos de muchos de los que murieron en aquel campo de exterminio que escenifica la barbarie humana cuando se alimenta el odio, el resentimiento y la xenofobia. Había muchos zapatos de niños. Alguien debería llevar a Matteo Salvini a visitar Auschwitz para que midiera las consecuencias de su política xenófoba, y si no va a Auschwitz habría que sentarlo ante un tribunal que defendiera los Derechos Humanos. El mundo se está escorando peligrosamente hacia esos extremismos que hace menos de cien años dejaron millones de muertos en el mismo continente en el que vivieron Kant, Mozart o Flaubert.

No veo a Donald Trump viniendo a Europa para combatir los fascismos como lo hicieron sus compatriotas en la Segunda Guerra Mundial. Lo veo más abrazándose a Putin o a ese ministro de Interior italiano que en lugar de seguir la senda de Garibaldi sigue la estela de Mussolini y sus fascios. Esos niños que he escuchado llorar en la frontera de Estados Unidos son un aviso, una llamada desesperada, un SOS que debería hacernos despertar ante el mundo que están construyendo los gobernantes histriónicos que hemos dejado que se sienten con los botones nucleares de nuestros destinos en sus manos. Esos llantos nos despertarán muchas noches y cualquier día, en cualquier frontera azarosa del planeta, también podrían ser los llantos de tus hijos o de tus nietos.

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