Tengo la enorme fortuna de ejercer una profesión que me gusta y da satisfacciones. En gran parte tiene que ver con mi entorno familiar. Periódicos de papel, revistas, en cantidades industriales, en casa fueron una constante, siendo casi obligado manejar y leer todo lo que llegaba a mis manos. Daba igual que fuera un diario de tirada nacional de dos días atrás, como algún semanario local.
Mi padre, un hombre hecho a sí mismo, criado en una pequeña aldea gallega de nombre Reboredo, en Lanzarote se hizo responsable del reparto de prensa de todo tipo desde fin de los 70. En CANARIAS7, sabedores de su valía y su enorme espíritu de sacrificio, optaron en poner en sus manos la distribución, con un acuerdo establecido semanas antes de que el número 1 viera la luz. Y fueron su labor, constancia y empeño los que en buena medida permitieron que un rotativo regional entrara por vez primera en numerosos hogares. Su apuesta fue sencilla. Llegar el primero a muchas localidades donde nunca antes se había podido comprar prensa de modo regular. Contó para ello con implicación de numerosos puntos de venta, que recibieron con los brazos abiertos a la nueva cabecera. Además, creó un equipo para vender en plena calle. Sin vendedoras y vendedoras no hubiera sido posible. Crucial fue, por supuesto, el cambio en las reglas en vigor. Por cada ejemplar colocado, quien vendía se llevaba un porcentaje, de hasta el 20% del valor del producto, y sin necesidad de poner un sobreprecio al importe marcado en la portada. Por entonces, era habitual que un diario costará de más, siendo este añadido el único ingreso para la persona que vendía. Con este fundamento, con paciencia y habilidad para corregir errores y pulir las virtudes que había, lógico que fuera a más el cuadro de ventas con el discurrir de los meses. Se crearon rutas diversas, habitualmente con profesionales implicados, ante la máxima de que los beneficios iban a ser más si las ventas crecían. De esto modo, de cajón que se colocara CANARIAS7 como líder muy destacado en Lanzarote, gracias a un modelo de gestión de incentivos, distribución y ventas que sirvió de referencia para otros muchos en corto espacio de tiempo.
En cuanto a mi madre, sin ella no habría salido tan rodada la experiencia, con su recoleto negocio en Arrecife, una dulcería, de nombre El Ancla. Se encargaba de forma cotidiana de ordenar y controlar las devoluciones. Y con números en la mano, con su cabeza dotada para definir estrategias, sugería correcciones para optimizar recursos. Dejar 25 más los domingos en el barco de La Graciosa, pasar de 1.000 en la ruta de Puerto del Carmen en cualquier día del verano o tener ojo en septiembre con el regreso de muchos vecinos a sus casas de Arrecife o Playa Honda fueron aspectos desarrollados en numerosas ocasiones gracias a su criterio y excelente discurrir. Además, tuvo la virtud añadida de articular un sistema de almacenamiento de las promociones de máxima eficacia. Para quienes se perdían una entrega del puzzle del mapa de Canarias, para quienes querían uno de los vídeos de fondos y costas o para los que aspiraban a tener por duplicada la colección de láminas de imágenes antiguas de las islas; en El Ancla rara vez se fallaba. El orden del material y la sintonía con Gran Canaria funcionaban con precisión de reloj suizo de alta gama. Si no era al momento, de dos o tres días no pasaba la espera. Y se sabía que así era.
Con estos mimbres, casi obligado era que uno acabara siendo y ejerciendo de periodista. A fin de cuentas, vendí en la calle siendo adolescente, vendí en la tienda, repartí y acabé haciendo algún que otro artículo; con la supervisión de profesionales a quienes agradeceré eternamente el trato dispensado. En especial, es de justicia reconocer el cariño y la rectitud que me mostraron Martín Macho y Esther Rodríguez Medina, porque supieron con ello darme pautas para hacerme cargo de la actualidad de Lanzarote en 1990, cuando aún estaba en la Facultad de Ciencias de la Información. Y como todo vino rodado, por fortuna para mi persona, desde mediados de 1996 tengo la gran suerte de tener la responsabilidad de dar cuenta de lo que acontece en Lanzarote y La Graciosa.
Y así resulta, sin lugar a dudas, por cómo fueron y se comportaron Julio Sánchez Paz y María López Negrete. De seguir entre nosotros, poca gente se sentiría más orgullosa de haber sido parte básica de los primeros 40 años de CANARIAS7.
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