Gritos en la orilla
Primera plana ·
La tragedia anoche en Órzola conmueve a la sociedad canaria.El naufragio de una patera con 35 personas, con al menos tres fallecidos, a la orilla del municipio de Haría, es una imagen más que se suma al deleznable relato de muertes, miserias y penas de la ruta del Atlántico. Lo que caracteriza a este rescate ayer a última hora es que personifica la agonía y defunción a ojos del canario. Nos llegan noticias y suponemos, pues es imposible saberlo, que en el océano camino de las islas muchas embarcaciones y cayucos no alcanzan nuestras costas. Incluso, conocemos de alguna que fue localizada con todos sus ocupantes caídos tras días a la deriva. Pero al norte de Lanzarote se encarnó, a escasos metros, la desdicha constatable a la luz de la opinión pública. Es un paso más, un matiz muy significativo.
¿Qué hace falta para que el Gobierno de Pedro Sánchez se implique? ¿Hay que enviar el vídeo de marras de Órzola a La Moncloa en aras de rebuscar una sensibilidad que no existe o no se materializa más allá de prestar unas carpas? A la desidia del ministro Fernando Grande-Marlaska se une la pérdida de meses valiosos por parte de la Delegación del Gobierno para prepararse ante una problemática creciente que vaticinó pero no reaccionó ante la misma. Anselmo Pestana se parapeta, esquiva a los medios de comunicación. Y ahora la Confederación Canaria de Empresarios (CEE) se percata, tarde, muy tarde, que la ocurrencia de usar la planta alojativa (mientras la titular de Defensa, Margarita Robles, se hizo la remolona y pasaba olímpicamente de Canarias) era meterse en un laberinto de complicada salida. Una victoria pírrica para unos pocos hosteleros que, a medio plazo, hipotecaba las expectativas como actualmente la CEE teme. Es decir, cuatro perras mal contadas en plena pandemia que, por el contrario, ostenta el riesgo elevado de mermar al archipiélago y, en concreto, al sur de Gran Canaria como destino turístico.
La visita de Ángel Víctor Torres a Marruecos de poco servirá. Basta con observar el precedente reciente de Grande-Marlaska: retornó a Madrid persistiendo en la negativa de las derivaciones a la península. Y aunque no lo diga, porque tampoco iba a mentarlo, Rabat pondría sobre la mesa en la conversación el conflicto saharaui. La presión migratoria se instrumentaliza como arma política. Aquí no solo hay mafias que operan con la angustia. Las relaciones internacionales son las que son (obedecen a intereses) y Marruecos compite por el mar canario en la búsqueda de minerales partiendo, abracadabra, desde la falsa premisa de que la costa del Sáhara Occidental es suya; cuando el proceso de descolonización está aún pendiente de resolverse. ¿Qué responderá entonces Torres? Lo que no logró el ministro de Interior, no lo conseguirá el presidente del Gobierno de Canarias. La razón es sencilla: ningunean al Estado. Y, así, les parecemos directamente un segundo plato fácil de digerir. Lo malo es que Madrid utiliza a las islas como tapón que contenga, al precio que sea, el fenómeno migratorio. En fin, lo acontecido en Órzola puede repetirse. Una desventura, sentida de cerca, que golpea a la conciencia de los isleños al tiempo que crece la indignación colectiva.