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Dice Mariano Rajoy que le cuesta entender cómo en un país como España todavía hace falta salir a defender el turismo. No le falta razón: esa actividad no solo ha sido y sigue siendo clave para explicar la economía española, sino que también jugó un papel importante para ayudar a que la España de la autarquía derivada del franquismo saliese de la burbuja en que vivía y se incrustase en la modernidad. Pero no es menos cierto que a cambio pagamos algunos peajes que quizás ahora explican la furia desatada en algunos sectores contra el turismo.

Para empezar, vaya por delante que esa turismofobia nace de la ignorancia. Del desconocimiento de cómo éramos y lo mucho de bueno que aportó el turismo. Pero si esa ignorancia existe, habrá que reflexionar sobre qué formación se da en las aulas, y no solo en las de Cataluña y Baleares, sino también en las de Canarias, donde no estaría de más explicar cómo se vivía en las islas hasta que un puñado de personas decidieron apostar su capital en el turismo -las imágenes de la Canarias de las cuarterías del negocio hortofrutícola deberían ser de obligada visión para los que ahora se rasgan las vestiduras ante los males que ha traído el turismo.

A lo anterior hay que sumar la incapacidad de las administraciones para meter en cintura una actividad que ha crecido muchas veces de forma desordenada. Sobre esto, a nadie se le oculta que lo habitual ha sido infradotar a las entidades encargadas de hacer labores de policía del turismo. Basta con preguntar cuántos inspectores tiene la Consejería de Turismo para garantizar que en todos los establecimientos alojativos se cumple con aquello que se ofrece al cliente cuando este entra a consultar el listado de servicios. ¿Y por qué esa indolencia? Porque se entendía que no era cuestión de poner trabas al negocio, de manera que se le dejaba hacer, se le dejaba pasar, y así hemos llegado a la situación actual. Tres cuartos de lo mismo con el alquiler vacacional, que ha crecido exponencialmente aprovechando precisamente que nadie vigilaba y que la tecnología ayudaba a establecer una conexión directa entre quien quiere un alojamiento y quien dispone de él.

Para acabar, también una reflexión sobre lo que están/estamos haciendo los medios de comunicación: a base de poner el foco en las actuaciones de unos grupos aislados que demonizan el turismo, hemos acabado creando un problema de Estado. Y nos parece algo novedoso, cuando lo cierto es que la turismofobia es la versión actualizada del ludismo de comienzos del siglo XIX: entonces se atacaba a las máquinas porque destruían el empleo y ahora se hace otro tanto con el turista porque se entiende que destruye una tranquila forma de vida. Ni ellos lo consiguieron ni ahora lo harán.

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