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Fulanito anuncia a bombo y platillo su compromiso con menganita, con quien se casará por todo lo alto para gran alegría de millones de fulanitos que acogen la noticia con el entusiasmo de la abuela a la que se le casa el nieto. Programas de sobremesa llenan horas con el anuncio, con el anillo y con el escenario donde se celebrará la esperada ceremonia. Fulanito y menganita, ambos de éxito, buen patrimonio, bien relacionados y asiduos a esos eventos de alto postín y buen champagne, demuestran su amor con fotos, sonrisas y besos, para el entusiasmo general, que vive cada post como una final de la Champions.
Pero surge un problema, para éxtasis del pueblo. Resulta que fulanito además de guapo y rico es medio golfo, y algún gracioso con mala leche decide filtrar un vídeo en el que aparece besando a otra, y va y lo viraliza la noche en la que la feliz pareja celebraba su anuncio de boda.
Menganita, como es obvio, pide las explicaciones pertinentes, y fulanito, como es evidente, decide, si me permiten un ejemplo futbolero, dar un patadón al área contraria y a ver si escapa. Pero no, no escapó. Y media España, fiel y leal seguidora de este culebrón inesperado, se deleita con la historia.
A partir de ahí, la división habitual: unos defienden y aplauden a una y otros animan y respaldan al otro, y más horas de sobremesa, y más debate, y más noticias. Una historia de cuernos de toda la vida, pero retransmitida a tiempo real, en numerosas redes sociales y con vídeos filtrados que dinamitan una boda. Es la magia de las redes y lo viral. Y todo acabó hasta que Risto publicó, también por internet, que rompió con Laura. Dios.
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