Y se levantó el niño Torres y fue corriendo a ver si los Reyes Magos le habían traído lo que pidió: una suma parlamentaria que le permitiese seguir gobernando.
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Había trasladado su deseo a los tres Reyes Magos pues, aunque tiene su favorito, pensó que lo mismo pasaría con sus posibles socios parlamentarios, de manera que sería aconsejable poner velas a todos los Magos de Oriente y no solo a uno. Al alba, tras comprobar que los camellos habían dado buena cuenta del agua y los polvorones dejados junto a sus zapatos, el niño Torres descubrió que efectivamente algo le habían traído. Pero no exactamente lo que pidió. Allí encontró una calculadora y un libro de instrucciones que explicaba cómo había que introducir los datos para que la suma resultante superase la mayoría precisa para otra investidura.
En el manual también le explicaban que en Canarias uno puede ser el mejor candidato y haberse ganado la confianza de los ciudadanos a base, entre otras cosas, de estar a su lado cuando las cosas pintan mal, pero que para que la suma dé el resultado deseado, es imprescindible que los otros sumandos de la operación aporten los dígitos precisos. De manera que el niño Torres se quedó sin saber muy bien cómo reaccionar. No le quedó otra que llamar a los aliados a ver si ellos habían recibido de los Reyes Magos la promesa de los diputados necesarios. Pronto pasó de la incertidumbre a la desazón:todos le daban números tan elevados que al final salían más de 70 diputados, de manera que o alguien estaba mintiendo o los Reyes Magos se habían equivocado de casas y habían dejado aquí los deseos de otra asamblea parlamentaria.
Al final, el niño Torres se tuvo que consolar con los otros regalos junto a sus zapatitos:unos cuantos decretos para desarrollar la Ley de Transición Ecológica, corbata nueva para la presidencia de las regiones ultraperiféricas y un bono de guagua... pero esto último no lo entendió, porque él no ha consumido 15 viajes en el anterior, de manera que también llegó a la conclusión de que los Reyes se habían equivocado y que quizás ese regalo era para el niño Clavijo. En todo caso, pensó que mejor no llamaría al niño Clavijo, que de eso se encargan otros de su partido que también ponen velas a todos los Magos del Oriente y del Occidente político de Canarias...
Cuando ya se iba a desayunar, descubrió en una esquina un regalo que casi pasa desapercibido. Lo abrió: era un kit de autodefensa. No lo había pedido pero lo agradeció infinito.
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