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Hay una canción, casi clandestina, que Caco Senante escribió en 1977 titulada Siete, dedicada a siete militantes nacionalistas que en aquel convulso tiempo mantenían una huelga de hambre en protesta por su encarcelamiento. Toda la canción giraba en torno a ese guarismo tan nuestro. Cantaba Caco: «Siete, tenían que ser siete, en pleno setenta y siete...» y seguía «siete, como las estrellas verdes». Porque verdes también son las estrellas de la bandera nacionalista canaria. Qué no es este color exclusivo de La Legión.

Viene esto a cuenta, claro está, de lo dicho por el presidente de la UD Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez, para justificar la segunda equipación del equipo amarillo, ahora en segunda división. «Teníamos que elegir un color de combatiente, de militar», dijo, «y por ello elegimos (sic) el verde: el color de La Legión. Soy caballero legionario de honor y quería que se reflejase». ¡Y tanto que me alegro! El equipo es suyo y elige, que no eligen, lo que le plazca.

Claro que la historia reciente del equipo, que convendría no olvidar que es un sentimiento de todos, demuestra que el tono cuartelero, encarnado en el sargento Jémez y sus «mercenarios», nos devolvió al foso.

Estaría bien, igualmente, no dejar de recordar que este equipo nació predeterminado a ser más que un club, aunando voluntades, sentimientos, querencias, pasiones y representatividad. Desde el principio fue equipo bandera y la camiseta amarilla se convirtió en símbolo de identidad colectiva.

Por tanto, así se sea dueño de lo que ahora es una Sociedad Anónima Deportiva, conviene tener presente de dónde viene ésta y qué significa; de ahí que esté fuera de lugar esa llamada de ¡a mi La Legión!, porque no conviene mezclar al Ejército ni a las banderas en aquello que es de todos.

En ese equipo nuestro, aunque la propiedad sea de uno, hay «novios de la muerte» y tampoco faltan los que le dan «gracias a la vida»; porque sean cuales sean los avatares, es uno de los referentes identificadores de la canariedad, en el que vemos a los nuestros sin exclusión.

Por cierto, ese verde legionario, «porque yo soy caballero legionario de honor», tampoco calza con esas llamadas a hacer un club más social, ni con esa campaña de abonados en la que la simpatía de Kike Pérez salva a la afición y la autocrítica se hace con la boca chica.

La realidad es que estamos, otra vez, en el foso, como consecuencia de no pocos actos chapuceros, desorganización, promesas incumplidas y huidas hacia adelante. «De la mejor plantilla de la historia», a los peores resultados de la historia. Por la boca muere el pez. Y no parece que las mañas cambien. ¡Qué la UD somos todos, carajo!

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