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Le Carré y la moral del espía

Le Carré y la moral del espía

Del director ·

Ni Smiley era un santo varón ni Karla la encarnación del mal

Martes, 15 de diciembre 2020, 06:41

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Hubo un tiempo en que devoré novelas de John Le Carré. Después le tocó a Stephen King... supongo que son modas, como las mareas, que van y vienen. Retorné a Le Carré hace unos pocos años, con un par de sus últimas novelas y luego con su peculiar biografía, de nombre 'Volar en círculos'.

Desde la noche del pasado domingo, cuando se conoció la noticia de su muerte, las televisiones se refieren a él como el gran maestro de las novelas de espías. Yen algún informativo lo hicieron poniendo de fondo el tema central de las películas de James Bond... ¡Dios mío! Espero que, fruto de esa mezcla tan absurda, no haya habido algún lector que acudiese a las librerías en busca de Le Carré pensando que se iba a encontrar con héroes como el de Ian Fleming. Porque con Le Carré no había grandes aventuras sino, sobre todo, personajes. Y por encima de todo reflexiones en torno a la ética. ¿Puede un espía tener moral? ¿Se debe ser leal a un país o a unas ideas? Y, sobre todo, ¿qué lleva a alguien a traspasar la línea y ponerse al servicio del bando contrario (o teóricamente contrario)?

Las últimas novelas de Le Carré se fueron adaptando a los tiempos que corrían. Ya había caído el Telón de Acero y el escritor buceó en otros mundos, incluso en el que nació después del 11S. Pero por mucho que cambiasen los tiempos, las preocupaciones siguieron siendo las mismas. Y todo ello sin buenos ni malos, porque ni Smiley era un santo varón ni Karla la encarnación del mal. A fin de cuentas, se parecían bastante, solo que cada uno en un lado de la barrera.

Le Carré ganó fama a medida que sus novelas fueron adaptadas a la gran pantalla y también a la pequeña. No todas las versiones fueron exitosas y tampoco todas fueron especialmente fieles al texto original. Pero supongo que en parte porque Le Carré conseguía que los lectores imaginasen aquello que encontraban en las páginas, de manera que cada uno hacía su propia película mental y no siempre coincidente con la que se exhibía en la pantalla.

Personalmente, me quedó con el Smiley encarnado por Alec Guinness (eso es jugar con ventaja) de la serie 'Calderero, sastre, soldado, espía' que en 1979 se pudo ver en España y que ya en este siglo XXI tuvo una versión especialmente afortunada en el cine con el título de 'El topo'. Sin olvidar, claro está, a Richard Burton como 'El espía que surgió del frío'.

Dicho lo cual, ya tengo deberes para 2021: releer una de sus novelas. Volveremos al debate ético.

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