Lo bueno de este tiempo donde los acontecimientos de calado se atropellan es que, en paralelo, podemos asistir a los mismos en directo. Aunque sea ... a distancia. Así, por ejemplo, me habría gustado estar, aunque fuera entre bambalinas, en los encuentros de Yalta y Postdam que, en gran medida, redefinieron el mundo durante décadas, como también las capitulaciones de las dos guerras mundiales.
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Pero entonces allí iban unos elegidos y las imágenes nos llegaban, en el mejor de los casos, debidamente filtradas y tamizadas, con el añadido de que no había emisión en directo. Este lunes, sin embargo, todos pudimos ver la puesta en escena del acuerdo que pone fin -al menos por ahora- a la guerra en Gaza. Egipto hizo de país anfitrión pero allí solo había un maestro de ceremonias que más bien parecía el dueño del circo: Donald Trump.
Me tragué entera la retransmisión televisiva por obligación profesional y también por curiosidad, porque estaba convencido de que el presidente de Estados Unidos no iba a decepcionar a los amantes del espectáculo. Y así fue.
Para empezar, su sonrisa triunfal chocaba si se recordaba lo que estaba sucediendo unas pocas horas antes: había decenas de rehenes en cautiverio desde hace dos años; también había miles de personas presas en cárceles de Israel en decisiones sumarísimas y sin las debidas garantías y, sobre todo, hay más de 60.000 muertos en Gaza, como también hubo un millar en el ataque terrorista de Hamás en octubre de 2023. Todo ello debió haber llevado a Trump a evitar la imagen de autocomplacencia que mostró.
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Si lo anterior fuera poco, está la forma en que condujo el acto. En lugar de agradecer a los países que habían echado una mano su colaboración en el acuerdo, se puso a hacer inventario de las aportaciones de cada cual como si fuera un maestro que a final de curso y delante de toda la clase fuese dando en voz alta las notas de cada cual y, de paso, anunciando a gritos los deberes que debían hacer en verano. 'A ver, Pedro, tienes que mejorar en gasto militar; y tú, Meloni, eres de las mejores de la clase por tu belleza; en cuanto al de Paraguay, lo menciono porque lo tengo aquí escrito, porque soy incapaz de saber quién eres, y tú, mi amigo Viktor Orban, eres el mejor porque te pareces a mí...' Ese fue el tono y ese fue, traducido al sentido común, el contenido de lo que dijo Trump.
Después siempre está el alumno pelota que opta por hacer un panegírico del profesor: para eso está el dirigente de Pakistán...
En resumen, un circo de tres pistas con un domador pero sin fieras.
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