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Bocadillos y agua

Del director ·

Y en el caso de Canarias, no será por escasez de administraciones

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 31 de agosto 2022, 23:55

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Un grupo de vecinos con conciencia social acude prácticamente a diario a repartir agua y bocadillos entre quienes convierten unas canchas en la zona de las Alcaravaneras en su punto de encuentro. Básicamente se trata de inmigrantes e indigentes que matan el tiempo paseando por la ciudad y que han elegido aquel lugar para que su soledad sea compartida.

El episodio, del que se informó ayer en un reportaje publicado en este periódico, es un ejemplo más de las cosas que fallan en una sociedad del primer mundo. Básicamente porque nadie debería encontrarse en esa situación. Si se trata de un inmigrante que está en situación irregular, debe haber mecanismos para dar respuesta, y si son personas que no tienen techo, pues tres cuartos de lo mismo -básicamente porque tener un techo es un derecho constitucional, de manera que si incumplir la Carta Magna es un delito, alguien debería responsabilizarse de esos casos-. Si además se combinan las dos situaciones, pues doble es la razón para que se activen los recursos públicos y den respuesta en tiempo y forma.

Y en el caso de Canarias, no será por escasez de administraciones. Tenemos la estatal, tenemos la autonómica, tenemos la insular y tenemos la local, de manera que cuesta entender por qué al final las soluciones tienen que partir del ámbito particular. Dicho sea todo ello con todo el aplauso a las organizaciones no gubernamentales, pero su misión debe ser excepcional, y no asumir como normal que fallen los gestores públicos, que es lo que parece que se ha 'institucionalizado'.

En situaciones como estas, no faltan los que argumentan que con la 'sopa boba' se está generando un 'efecto llamada', de manera que cada día puede aparecer alguien más a esperar por el bocadillo y la botella de agua. Si así fuera, me reitero en que el problema no está en quien ofrece ayuda y ni siquiera en quien se pone en fila para recibirla, sino en quienes, teniendo todos los recursos a su disposición, no dan la respuesta debida. Y si el problema es la legislación, pues que se cambie. Porque conseguirlo es más fácil para un alcalde, un presidente del Cabildo, un consejero del Gobierno, un diputado o un senador que para un puñado de hombres y mujeres cargados de buenas intenciones.

Así las cosas, creo que hay que quitarse el sombrero por ese colectivo de ciudadanos que echa una mano. Se podrán equivocar, o no, pero hacen algo movidos por un sentimiento. A ver si otros hacen algo movidos por las obligaciones del cargo que asumieron.

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