Al final ha habido acuerdo entre el Partido Socialista y Unidas Podemos para las líneas maestras de los Presupuestos Generales del Estado. En realidad, era algo que se veía venir pero estamos en la época de la teatralización política, de manera que los partidos entienden que ganan algo de credibilidad presentándose ante la sociedad como bloques ideológicamente sólidos que no quieren renunciar a ninguno de sus principios y que batallan a capa y espada incluso con sus socios de gobierno.
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Pensar que el Gobierno se iba a romper por este proyecto de ley presupuestario era de ingenuos. No están socialistas ni Podemos como para ahora precipitar un fin de la legislatura e ir a elecciones anticipadas. Y no lo están porque los sondeos apuntan que ambos partidos están muy lejos de sumar un número que permite soñar con otras mayoría parlamentaria gracias a los votos de nacionalismos e izquierdas variadas. El Partido Popular está disparado en las estimaciones demoscópicas y la suma con Vox le daría mayoría absoluta, con el añadido de que ya hemos visto que ambos partidos pactan sin mayores remilgos entre ellos (véase Castilla y León compartiendo labores de gobierno y recuérdese lo que pasa, por ejemplo, en Madrid).
Así las cosas, ayer nos dijeron que el pacto presupuestario se alcanzó in extremis, con una negociación hasta altas horas de la madrugada que dejó a ambas partes extenuados. Seguramente fue así en cuanto al tramo horario, pero solo por eso de presentarse en la rueda de prensa ojerosos y dar la sensación de que el poder no es solo moqueta, azúcar y grandes sueldos, sino que conlleva elevadas dosis de sacrificio.
Allá cada cual si quiere comprar el catálogo de medias verdades, pero lo relevante no es tanto el acuerdo alcanzado como ver si PSOE y Podemos cierran todas sus diferencias o van a seguir jugando a ponerse la zancadilla. Cuando no es con la ley de vivienda, lo es con el desarrollo de las políticas de igualdad o con el aumento del gasto en Defensa... de manera que los socios de gobierno parecen una pareja que solo coincide en la desconfianza. Y una cosa es defender los principios de cada cual y otra demostrar que no hay conciencia de lo que supone gobernar en coalición: voluntad de ceder para sacar adelante aquello en lo que coincidieron cuando firmaron el pacto de gobierno.
Ahora queda, en todo caso, que PSOE y Podemos sumen los apoyos que hacen falta para la aprobación presupuestaria. O sea, que se avecina la negociación que sí es en realidad complicada.
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