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El coronavirus covid-19 no distingue fronteras, sexos, clase social, raza... se lleva por delante a gentes de toda clase, nacionalidad, lengua, religión, ideología... Digamos que es una maldición de lo más democrática. En esa línea, no está de más recordar que hoy se celebra el Día de África. Lo digo porque a veces se nos olvida que ese continente, del que formamos parte geográficamente, el virus puede tener consecuencias muchísimo más graves que en nuestro confortable Primer Mundo europeo, pues no cuentan con los medios precisos para combatir sus efectos. Así las cosas, hay países africanos en los que ni han entrado a hablar de aplanar la curva porque carecen de datos ciertos de infectados y fallecidos.

En esa línea, vale la pena echar un vistazo a la serie de artículos que en las últimas semanas ha publicado en este y otros medios el director general de Casa África, José Segura. En ellos incide en la importancia de no dejar a África abandonada a su suerte, pues los riesgos de esa política tienen un alcance que trasciende las fronteras del continente. Si queremos que millones de africanos se encuentren en situación de hambruna y que opten por migraciones masivas -mucho más que hasta la fecha-, pues solo hay que darles la espalda. Si queremos que, ante la existencia de estados fallidos, caigan en manos de redes que prometen atención social a cambio de compromiso bélico, pues ya sabemos lo que viene después: el terrorismo organizado. Ese que actúa precisamente contra ese enemigo que un buen día los dejó en la mar y sin remos en cuanto apareció la pandemia en el horizonte.

Nuestro miedo de Primer Mundo es comprensible. Nuestro malestar por el confinamiento, las limitaciones a la movilidad y que las televisiones sean monótonas, también pero menos. Nuestra incomodidad porque esté suspendida la Liga de fútbol y que su reanudación sea objeto de un anuncio presidencial ya suena a perreta de niño chico criado entre caprichos. Porque un poco de perspectiva es recomendable en incluso exigible: ahí fuera hay otro mundo que se encuentra a las puertas de una tragedia si nos ponemos de perfil. Pero sucede que no es una galaxia lejana. Ni siquiera Júpiter. Es África, eso es, ese espacio del que nosotros, que somos infinitamente pequeños, formamos parte. Y si lo nuestro ahora nos parece infinitamente grave -y lo es-, pues imaginemos lo de ellos. Por cierto, hablando de infinidades: en muchas otras ocasiones hemos reaccionado igual; ahora la diferencia es que toman nota. Y tienen memoria. Les sobran infinitos motivos para hacerlo.

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