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Esta semana se conmemoró que hace justo 70 años se fundó la Unión Deportiva Las Palmas. Vamos, que en todo este tiempo ha visto evolucionar Gran Canaria, su sociedad y ser testigo del cambio de régimen político. La entidad ha sobrevivido y eso es, sin duda, un logro a destacar. Suele decirse que la situación de un club de fútbol dice mucho sobre cómo está la ciudad que representa. Sin ir más lejos, el Athletic de Bilbao no gana una liga tras la reconversión industrial ochentera que perpetró el felipismo en el norte del país. Hoy, y aunque es precipitado juzgar la temporada que acaba de estrenarse, la tendencia es que la Unión Deportiva Las Palmas va camino de ser un equipo más de la Segunda División que podrá transitar por la mitad de tabla. Da la impresión que de un tiempo a esta parte los dos grandes clubs del fútbol canario van igualándose. Quizá, es una reflexión que incluso casa con el hecho de que pertenezco a una generación que se enroló al gusto del fútbol cuando el representativo amarillo estaba en las galeras de la categoría de bronce a la vez que el Club Deportivo Tenerife protagonizaba sus mejores años con competición europea inclusive.

La Unión Deportiva Las Palmas es la emoción que une a una marea social intergeneracional que, por lo tanto, va transmitiendo su pasión de generación en generación. Sin ese sentimiento no hay equipo que perviva. Forma parte del negocio. Luego está el otro lado más frío (y real) del día a día: el mercantil. Y es que en el palco del recinto de Siete Palmas se hacen muchos contactos y se facilitan entendimientos. Y eso a cualquier empresario le atrae.

A Miguel Ángel Ramírez hay que reconocerle que se hizo cargo del equipo cuando nadie daba un duro para invertir y estaba a punto de desaparecer. Puede que fuera una osadía. Pero le salió bien. Sin embargo, irrumpió un modelo institucional por el cual la Unión Deportiva Las Palmas está sujeto a su suerte personal y empresarial. Si a él le va bien, mejor para el resto. Por el contrario, si le vienen mal dadas hipoteca al club. La Unión Deportiva Las Palmas tiene un claro accionista mayoritario que impide que la sociedad canaria entienda que esté latente una conexión de su futuro a una bolsa accionarial más plural. ¿Quién desaloja al dueño de algo sin el título jurídico oportuno? ¿Cómo puede reclamarse desde la grada si se tercia la dimisión del que es el mismísimo propietario? Es toda una incongruencia. De hecho, si uno observa el listado de presidentes que ha tenido la Unión Deportiva Las Palmas en su historia, destaca enseguida que salvo casos concretos se extienden periodos cortos por cada una de las etapas presidenciales y es Ramírez precisamente el que corta esa trayectoria, insisto, cuando todo asentaba ya que habría que poner en marcha la desaparición reglada de la entidad. Ojalá esta temporada sobresalgan las buenas noticias y relegue la letanía del desencanto.

Rafael Álvarez Gil

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