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El bipartidismo tiene una nueva oportunidad para resurgir. Y Ciudadanos ha quedado maltrecho en sus expectativas electorales por el triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez y por la sucesión inminente en el PP tras la marcha de Mariano Rajoy. Una opción de Gobierno desde la izquierda y otra de regeneración desde la derecha con la que competir por el rol de ejercer la oposición. Si hace un mes la cuestión catalana auspiciaba los anhelos de Albert Rivera, ahora Ciudadanos ha quedado en tierra de nadie. Lo más llamativo es que su aparente centrismo, el rollito UCD, esconde en verdad una posición ideológica neoliberal: adelgazamiento del Estado, bajos impuestos, libre mercado a mansalva y la preminencia del individuo sobre la sociedad. Vamos, la versión hispana de Margaret Thatcher. O, si lo prefieren, puro aznarismo. Sin duda, es actualmente la formación ideológica más cercana al neoliberalismo que encima no distingue la pluralidad territorial de España sino que apuesta por la uniformización. La peor receta para afrontar el pulso catalán y vasco que históricamente ha constituido una fuente inagotable de debate.

Si el PP logra una sucesión razonable mediante un perfil moderado capaz de acoger diversas sensibilidades, tendrá el camino despejado ante Ciudadanos en el caso de que las elecciones no sean pronto. Es decir, a los populares no les interesa una rápida cita con las urnas sino, muy al contrario, ganar tiempo para recuperarse en las encuestas. Si a eso le sumamos que lo natural es la propensión desde La Moncloa a intentar agotar la legislatura o alargarla a pesar de la situación parlamentaria, ¿qué hará Ciudadanos? Muy complicado para Rivera.

Difícil que Canarias sea una de las regiones donde prime el poder electoral de Ciudadanos. Si acaso en Gran Canaria, siempre sensible a las olas nacionales, sí tendrá repercusión. Pero en términos generales su preponderancia está aún por ver en el terreno isleño. Y de un mes para otro el horizonte de Rivera y sus correligionarios es totalmente otro. La euforia se ha desinflado por completo. Y el bipartidismo, en este nuevo intento, puede aminorar la fuerza que atesoraba hasta hace poco Ciudadanos. Es el azar de la política. No puede negarse la realidad de los nacionalismos. Y Ciudadanos pretende desde Madrid instaurar una versión política de rodillo que destartala los pactos territoriales y los equilibrios que hemos conocido en las últimas décadas. Lo mismo que ha hecho el independentismo catalán pero desde la otra orilla. Una cosa es apelar a la legalidad, que hay que hacerlo, y otra aprovechar el lío soberanista para ejecutar un rediseño del país. Está tardando José María Aznar en fichar por Ciudadanos. Estará tentado. Otra cosa es que a Rivera le guste la idea.

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