En campaña electoral no todo vale

El fichaje de Ángel Garrido, presidente de la Comunidad de Madrid, por Ciudadanos ha sido un golpe de efecto al final de la campaña. Albert Rivera ha querido escenificar su fortaleza sobre Pablo Casado, algo que ya demostró en los debates, sobre todo en el del lunes. Un último golpe de gracia que deja a Casado como un líder incapaz de controlar a su propia organización y de enterarse de las cosas. Parece que el fichaje de Garrido no es demasiado importante ni arrastrará muchos votos a Cs por su escaso poder mediático y su limitado carisma. Hasta ayer muchos fuera de Madrid ni lo conocían pero el paso dado si va a tener trascendencia. Y en mi opinión, no muy bien calculada por Ciudadanos.

Puede haber quien piense que, con este movimiento, Casado pierde algo de liderazgo pero lo más trascendente es el impacto que tiene en unos ciudadanos que están cansados de la política y sus políticos. Que haya aún un 40% de indecisos es por algo. Políticos que se pasan de un partido a otro sin importarles ni las ideas ni las propuestas y solo por el mero hecho de tener un puesto de salida bueno que les permita seguir viviendo de la política; debates en los que más que confrontar ideas lo que se hace es llamarse mentirosos unos a otros y evocar constantemente a las fake news, que parece que todos hemos descubierto ahora cuando siempre ha habido quien te ha intentado meter un gol; líderes políticos sin altura de miras e incapaces de superar las animadversiones personales hacia el contrincante para sentarse a hablar de los verdaderos problemas de los ciudadanos –vivienda, paro, sanidad...-; y crispación.

Con todos esos ingredientes más que alentar a los indecisos y animar a todos los ciudadanos a ir a votar el domingo, lo que consiguen los políticos es que aumente la desafección hacia la cosa política. «¿Votar? ¿A quién? ¿Para qué? Si luego hacen lo que quieren. Son todos iguales». Esa es una de las frases más escuchadas estos días. Sin embargo, el domingo debemos hacer todos el esfuerzo de ir a votar para que luego no suceda como con el brexit y que una minoría bien movilizada nos dé un buen susto. Votar es un momento frente a a cuatro años de consecuencias difíciles de adivinar y que sufriremos todos.