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El vecino a imitar

«Unos presumen, otros denostan y todos olvidan que son responsables del actual estado de la situación»

Jueves, 16 de julio 2020, 17:17

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Hace unos días el periódico El País publicó un reportaje sobre el arrollador fenómeno del presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, cuya popularidad no deja de crecer, tres años después de haber llegado caminando al Parlamento para ser investido máxima autoridad del país luso.

Según relata el corresponsal Javier Martín, Rebelo de Sousa, militante del Partido Social Demócrata, sustentó su candidatura renunciando a la maquinaria partidista, a las banderolas, a los mítines, a los himnos y a las pancartas y se centró en el contacto directo. Salía a la calle y hablaba con la gente y la abrazaba. Fue el candidato de los afectos y ahora es el presidente de los afectos. «A veces», ha dicho, «las personas solo necesitan consuelo, un abrazo, que las escuchen». Percibió que los nuevos políticos tenían que ser cercanos, pero sinceramente cercanos. No tiene reparo en conducir su coche para ir al funeral de una amiga y sentarse, discretamente, en la última fila de la iglesia.

Viendo esto, sólo puede decirse: el vecino Portugal, tan cerca geográficamente y tan lejos si de comportamientos políticos hablamos, cuando comprobamos cuáles son los de los nuestros, tan obsesionados con el boato, tan atentos al protocolo asfixiante, tan dados a los codazos para salir en lugar preeminente en la foto, mitineros hasta en la tribuna parlamentaria, tan pancarteros, tan previsibles, tan alejados de la masa social y tan interesados en solo cosechar réditos para sus siglas.

Frente a los afectos, aquí se cultiva y se prodiga la crispación y solo vale lograr la victoria sobre el otro, independientemente de si ésta se soporta o no sobre la verdad. De lo que se trata es de que imperen los instintos, aunque los expertos, como ha hecho Jonathan Haidt, autor del libro La mente de los justos, nos recuerden que mientras las pasiones estén en ebullición, el compromiso, el pensamiento claro, y la coexistencia serán muy difíciles.

Visto lo visto, no parece que la coexistencia preocupe mucho a los nuestros, muy al contrario, todo indica que lo que aquí se pretende es dinamitarla, atendiendo a no sé que burda politiquería que solo mira a este o aquel caladero de votos, ignorando, en palabras de Luis García Montero, que la democracia es una forma de decencia personal, un modo de trabajar contra el odio, de no convertir en enemigo público al que piensa de forma diferente, una conciencia de que hay cosas con las que no se puede jugar si se quiere lograr un marco de convivencia.

Esta semana se celebró el último debate del estado de la nacionalidad de la legislatura. Como era previsible todos se ajustaron a lo previsto. Unos presumiendo de logros, los otros denostando el actual estado de la situación y todos ignorando que todos, o casi todos, son responsables de cómo andamos, porque casi todos han ejercido labores de gobierno.

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