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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

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Suele decirse que el dinero, el poder y el sexo mueven el mundo. Y todo lo que lo rodea genera curiosidad, una enorme curiosidad bajo la sombra de la expectación. Por eso triunfaron series como Sexo en Nueva York (1998) o le costó un revés al periodista Gay Talese (grande entre los grandes) el tratar de sacar una historia sobre un voyerista propietario de un motel que le contaron falsamente. Cuántas veces se habrá arrepentido Talese de escribirlo... No hay mayor unión intimista que el sexo. Un acuerdo confidencial entre dos amantes que para llegar a ese punto han tenido que superar, contrastar y testear mutuamente unos preliminares. Y por eso gusta. Por el recorrido hasta el encuentro. El colofón es la despedida a última hora de la noche o a la mañana siguiente. Un epílogo de una narración en forma de aventura que solo conoce ambos.

Somos adictos a las emociones, a las caricias, al beso,... A las ganas de vivir, a despojarnos de formalidades y prejuicios que conducen al aburguesamiento y a una contemplación de la existencia aburrida, soporífera y para regalar que, en el fondo, hasta los que ensalzan lo puritano, nadie quiere. Una lección que aprendemos antes o después. Es cuestión de cada uno, una opción de libertad. Aunque para muchos no es fácil asumirla.

En algunos colegios mayores masculinos de la Ciudad Universitaria de Madrid, ciertamente los más progresistas, el debate en la Transición y ya en democracia no era si la dirección (ungida por un patronato de la Iglesia) permitía la libertad política de los colegiales en un tiempo en el que la izquierda prosperaba sino si se toleraba que pudiesen entrar las parejas a los cuartos. Para aquellos curas, por muy avanzados de ideas que fueran, el problema no era tanto que militases en el PCE sino que en aquellas habitaciones pudiese entrar una mujer a pasar la noche. Por supuesto, este trance ni siquiera asomó en las residencias femeninas regidas por monjas.

Al final, todo se reduce a vidas cruzadas. Nos relacionamos en el camino y mientras tanto se producen acercamientos de unos y otros en los que a veces coinciden las voluntades y otras tantas no. Algunos cruces son más ardientes, otros más discretos; todo a tenor de la edad o las circunstancias del momento. Pero sin emoción no hay sustancia, solo matrimonios fracasados que malamente se soportan o talibanes de la moral que enaltecen sus pacatos egos desde el púlpito. Cuando, en realidad, en el encuentro entre las personas subyacen otras grandes lecciones vitales; y suelen ser las mejores. Y miren que algunos poderes trataron históricamente de arrebatárnoslo, todo por controlar la intimidad de las alcobas.

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