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El rey se ganó el sueldo en Barcelona

Lunes, 28 de agosto 2017, 09:22

Se cumplió el guion previsto: 1) hubo manifestación en Barcelona y fue multitudinaria, con el ya habitual baile de cifras pero por encima de las 300.000 personas, como mínimo; 2) acudieron el rey y Rajoy; 3) estaban presentes las fuerzas que apoyan el proceso soberanista; y 4) hubo una pitada ciertamente intensa al monarca y al presidente del Gobierno de España.

Esos fueron los hechos, pero algunos nos quedamos con el mensaje: una respuesta multitudinaria ante un desafío que no distingue entre catalanes y españoles, como tampoco lo hace ante fronteras o ante cuerpos policiales. A los terroristas yihadistas les daba igual si atentaban en la Barcelona de una Cataluña independiente o en la Ciudad Condal que es capital de provincia española. Como también les era indiferente si la persecución por sus actos correspondía a los Mossos, al Cuerpo Nacional de Policía o a la Guardia Civil. El día que lo entiendan quienes ayer aprovecharon con fines partidistas un acto que solo debía servir para condenar de la barbarie, apoyar a las víctimas y recuperar el ánimo de la ciudad, quizás entonces avancemos lo preciso para salir del bosque de lo inútil y adentrarnos en la senda de lo urgente e imprescindible.

Respecto al rey, uno puede entender su malestar pero ayer se ganó el sueldo. La Casa Real no puede estar ajena a lo que pasa en el país y eso implica mojarse, como se ha hecho, en la solidaridad con los barceloneses. Y lo mismo cabe decir cuando se trata de dar la cara ante los que aprovechan para sacar su bandera en una convocatoria que era de todos y de nadie en particular. No acudir habría sido una claudicación imperdonable: es como si Felipe VI opta por no ir a la final de la Copa del Rey de fútbol si la juegan de nuevo Athletic de Bilbao y FC Barcelona porque no quiere oír como el sonido del himno es ahogado por la pitada. Su deber es estar ahí, y así como lleva en el sueldo los momentos maduros, pues también los duros. Además, pitar, como no aplaudir, podrá ser cuestionable pero no deja de ser una forma de expresión y ambas opciones encajan en un país libre. Otra cosa es que sean reacciones oportunas -que no lo eran-, innecesarias -que lo eran-, e incluso de falta de respeto en momentos de duelo -que también lo eran-.

Así las cosas, ayer no hubo mayor sorpresa. Pero sí la constatación de que miles de personas unieron sus brazos y sus pasos contra el terrorismo. El día que los partidos entiendan que el resto de cuestiones son secundarias, habremos ganado todos.

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