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El lío del ministro Ábalos

Jueves, 1 de enero 1970

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A José Luis Ábalos se le vio contraído en la entrevista el pasado domingo con Ana Pastor en La Sexta. Encuentro al que acudió porque ya no le quedaba otra: la suma de contradicciones y enfados del propio ministro ante los periodistas que le preguntaban le habían dejado en mal lugar y trató de resituarse con Pastor en televisión pensando que aquello iba a ser una excursión de verano. Lo que ocurre es que las preguntas fueron pertinentes y ella no tragó con eso de que un saludo dura 25 minutos ni que en ese intervalo de tiempo, según dijo el ministro, no da para tener una reunión y tratar los asuntos que se tercie. A saber entonces cuántas horas necesita Ábalos para considerar que ya es una cita de trabajo.

La historia más que chunga suena innecesaria, a pura torpeza, para el Gobierno: ¿qué hacía el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana tomando su propio automóvil de noche rumbo a Barajas porque el titular de Interior le puso en sobre aviso? Si todo fue tan normal, que podía serlo, Ábalos tenía que haber optado por explicarlo con claridad desde el primer momento. Sin embargo, su disgusto ante los micrófonos cuando empezaron a pedirle explicaciones presagiaba lo peor y enseguida entró en una espiral cada vez más discordante.

La Moncloa trata de cerrar el caso. Y varios ministros socialistas han salido a echarle un capote a Ábalos mientras sus compañeros de Gabinete de Podemos permanecen en silencio. Cuando el diario El País publicó que la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, transitó para tomar otro avión, el escándalo ya tomó aún más forma. A fin de cuentas, el aeropuerto de Barajas es territorio patrio.

La oposición aprovechará lo de Ábalos para obtener rédito político en cuanto que, no siendo menos, es el secretario de Organización del PSOE. Tiene que decidir, entre otras cosas, qué hacer finalmente con el socialismo andaluz. Ábalos fue de los primeros que no dudó en arremeter contra Susana Díaz cuando el PSOE fue relegado en las últimas elecciones al poder sumar las derechas (PP, Ciudadanos y Vox) aunque justo ganase Díaz. El hombre de confianza de Pedro Sánchez vio aquí una ocasión perfecta para pasarle la factura pendiente a la federación andaluza que sirvió como plataforma a Díaz para disputarle el mando en plaza a Ferraz cuando el proceso de primarias. Desde La Moncloa, y tras la sentencia del caso de los ERE, se quiere apartar políticamente a Díaz y esta tarea, en la que Ábalos es decisivo, lleva sus plazos.

El ministro fue a Barajas en un contexto de confrontación entre Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero mientras Juan Guaidó estaba en Madrid. Sánchez optó por no recibirlo a la vez que no se conoce pronunciamiento alguno de Pablo Iglesias al respecto. La Moncloa trató de acompasar el trance cuanto antes sin que se notase que la visión de Podemos sobre Venezuela es diferente a la del PSOE o, al menos, a la de una parte del PSOE.

Sin embargo, Ábalos (que no lo esperaba) fue descubierto. Y su reacción lo único que hizo fue empeorarlo todo porque en vez de elegir la transparencia y naturalidad se deslizó por el oscurantismo. Tanto se enredó que intentó en La Sexta arreglarlo. No pudo. Lo que dure el caso, escándalo o llámenlo como prefieran, está por ver. Quizá no sea para tanto. Aunque algo ha quedado nítido: el Gobierno tiene un problema de descoordinación en la comunicación. Más vale que lo subsanen cuanto antes porque el silencio de Podemos en estas jornadas, dictado o no desde La Moncloa, no logró mitigar la extraña aventura nocturna de Ábalos en Barajas.

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