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El juicio de Alfonso Guerra

Jueves, 1 de enero 1970

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Alfonso Guerra carga las tintas contra Pedro Sánchez en el libro que publica esta misma semana. Lo suyo es que Sánchez no entre en las consideraciones de Guerra sobre la moción de censura ante Mariano Rajoy que apunta como legítima pero de la que critica que pronto se sacudiese Sánchez la intención de convocar elecciones en breve y consumiera su ambición de agotar la legislatura ostentando tan solo 84 diputados. El exvicepresidente del Gobierno siempre fue un jacobino que ahora, ante la tesitura catalana, se sitúa en la rama política proclive a la aplicación del artículo 155 de la Constitución cuantas veces haga falta. Lo bueno que tiene los libros de Guerra (lean sus memorias) es que se nota que está escrito por él mismo y no es un refrito o un texto hecho por otro que luego solo firma. Es una aportación intelectual propia y por eso lo que dará a conocer en La España en la que creo. En defensa de la Constitución (La Esfera de los Libros) augura interés justo en un momento político muy delicado.

Lo cierto es que se abre un periodo incierto para las nacionalidades y la estructura consolidada del Estado de las autonomías. No es que esta vaya a desmantelarse, ya son décadas de desarrollo, pero sí la irrupción de Vox supone una amenaza que se constata en que otras formaciones están adquiriendo ideas para su discurso. De hecho, Ciudadanos tampoco comulga del todo con la descentralización territorial y es conocido su rechazo al cupo vasco. La tendencia es la que es.

El afán de recentralización que emerge en sectores de la derecha añade presión a la crisis política que padecemos. Y es aquí donde los nacionalismos periféricos tendrán que reaccionar. Cuando Guerra y Felipe González rompieron el tándem a principios de la década de los años noventa, aún el PSOE no requería del concurso del nacionalismo catalán. Guerra experimentó el poder en el apogeo del socialismo de las mayorías absolutas. Y hoy en día aquellos nacionalistas pactistas se han tornado en soberanistas que desde Cataluña sobrepasan los límites autonómicos y requieren el decidido desgarro estatal. Difícil papel aquí el de la socialdemocracia cuando prima el pulso centrífugo: derecha ortodoxa e independentismo. A buen seguro, para algunos de los votantes socialistas en el presente lo que diga Guerra no tendrá alcance. Pero él sigue teniendo predicamento en otros segmentos sociales y, sobre todo, en aquella generación que votó a Felipe en el 82. A ver si Sánchez contesta a Guerra o simplemente mira hacia otro lado. Casi parece una incursión pública del exvicepresidente en rescate de Susana Díaz. Otra cosa es que los barones hagan algo o se ciñan a esperar para no inquietar en La Moncloa. En mayo se aclarará.

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