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Las autoridades canarias, del uno al otro confín, desfilaron estos días por la Feria Internacional de Turismo de Madrid (Fitur) jactándose jubilosas del récord histórico en la llegada de turistas logrado por el Archipiélago en el año 2017. 16 millones de personas decidieron pasar aquí, fundamentalmente en cuatro de las siete islas, sus vacaciones. Incontestablemente son datos brillantes, no en vano nuestra tierra fue el destino español más rentable, generando un montante de 18.000 millones de euros, un 9,1% más que el año anterior. El crecimiento en los últimos tiempos ha sido continuo, pero ya hay quienes advierten que lo que viene no será tan espectacular como lo registrado hasta ahora. Empiezan a hacer sonar las alarmas porque los vaticinios señalan que en 2018 el incremento del PIB turístico rondará el 3,3% frente al 4,4% del año recién terminado. Llegados a este punto, ¿es ingenuo preguntar si se puede seguir creciendo hasta el infinito?

Es evidente que el turismo es nuestro motor y sostén económico, pero tampoco conviene obviar que tras esos datos relevantes que nos brinda se esconden otros menos dorados con los que convivimos diariamente, a pesar de las millonarias cifras que nos aporta, como la precariedad y condiciones laborales de muchos trabajadores, la alta tasa de desempleo y pobreza, el boom del alquiler vacacional que despersonaliza zonas y expulsa a lugareños de sus residencias habituales, la ocupación galopante del territorio y su disneylandización, con la consiguiente pérdida de rasgos que lo hacían singular, la compleja y deficiente gestión de los residuos que generan tantos millones de visitantes, el adaptar, en suma, la realidad local al foráneo transformándolo todo con el consabido desarraigo que conlleva, por no hablar del debate sobre la capacidad de carga capaz de soportar este territorio archipielágico y pequeño que aparece y desaparece según los tiempos.

Así las cosas, los apabullantes números no debieran ensombrecer realidades como que llegados aquí el margen de crecimiento, por lógica, es ya bien escaso y que la presión turística puede empezar a provocar graves distorsiones. El último informe de Perspectivas Turísticas de la Alianza para la Excelencia Turística (Exceltur) señala a Las Palmas de Gran Canaria como uno de los destinos con mayor presión turística y en donde el alquiler vacacional ha generado disfunciones en el mercado inmobiliario, hasta el extremo que el precio de los pisos se ha disparado un 50% y en las zonas con más demanda como Las Canteras, que tiene como principal patrimonio su condición de playa urbana y vecinal, el residente no encuentra vivienda para alquilar lo que le obliga a irse al extrarradio.

Por tanto, es urgente abrir un debate sobre como gestionar esta realidad en crecimiento continuo, que tantos parabienes nos brinda, de una manera sostenible, donde prime el bienestar de los residentes permanentes, es decir nosotros. Y no olvidar, porque ya lo hemos sufrido en demasiadas etapas de nuestra historia, lo peligroso que es depender de un solo sector, en el que además somos extremadamente dependientes. Nuestro es el suelo y algunas pocas camas, el resto es foráneo. Luego, fiestas las justas.

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