El debate poblacional
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Si llegan comunitarios es porque encuentran trabajo, pese a la elevada tasa de paroPaulino Rivero se le dijo -le dijimos- de casi todo cuando puso sobre la mesa la necesidad de abordar el crecimiento poblacional que experimenta Canarias y ver si hay manera de limitarlo. Más de una década después, la realidad es tozuda y todas las previsiones ... demográficas apuntan que, al ritmo actual, pronto seremos 2,5 millones de residentes en Canarias.
¿Y cuál es el problema?, argumentan los defensores de planteamientos liberales a ultranza. Pues traslademos la pregunta a los concejales y alcaldes de los municipios que soportan ese boom demográfico, pues ellos lo saben mejor que nadie. Preguntemos también al personal sanitario de los centros de salud con mayor presión asistencial o a los docentes de las escuelas en zonas con mayor densidad de población.
El problema se complica por dos factores: 1) es un crecimiento muy desigual, con una Canarias que se llena y otra que se vacía. Las llamadas islas verdes se están despoblando, mientras que en Tenerife; Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura la realidad es la contraria. Y dentro de estas islas también hay desequilibrios: las zonas capitalinas y de costas se llenan y el interior se vacía.
Y 2) al tiempo que somos más, también somos más viejos: el crecimiento poblacional se alimenta de la llegada de migrantes, y sobre todo comunitarios en los últimos años, pues el crecimiento vegetativo es negativo. Ese envejecimiento progresivo obliga a políticas asistenciales cada vez más efectivas pero también más costosas, y eso pasa por más recursos públicos.
¿Queremos más ingredientes en la coctelera? Si llegan comunitarios es porque encuentran trabajo en un mercado laboral que continúa con una tasa de paro elevada, de manera que algo falla a nivel estructural. Hay piezas en nuestro puzle productivo que no encajan y creo que hay que buscarlas en la educación y también el sistema de prestaciones por desempleo.
Todo eso da para un ejercicio intelectual bastante sugerente pero es, sobre todo, un problema que precisa de un análisis que no puede esperar otros quince años. Aferrarnos a que el mercado se regula por sí solito y que cuando se acaba la bonanza económica, desaparece la capacidad de atracción de población foránea supone quedarse de brazos cruzados y desear que llegue una crisis para que se vacíen los municipios que previamente se han llegado. Pero incluso si así fuera, esos municipios se encontrarán con una elevada factura que pagar.
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