Daño digital

No parece fácil sentar en el banquillo de los acusados a todos y cada uno de los que estos días, como en otras ocasiones con otros asuntos, se han atrevido a reenviar mensajes cuyo origen no pueden precisar y cuyo contenido no pueden justificar. Pero de nuevo con el último incendio que ha arrasado buena parte de la Cumbre grancanaria se ha puesto de manifiesto la impunidad que para muchos supone internet y las redes sociales, donde todo vale, sobre todo el insulto y la descalificación ante el convencimiento de que se trata de acciones anónimas y de palabras que se olvidan.

Pues nada más lejos de la realidad. La huella digital está ahí, aunque por el momento solo haya servido en España para perseguir a una ciudadana que deseo el mal a una política o para condenar a una chica que hizo chistes sobre un franquista. Como siempre, cosas que solo pueden suceder en nuestro país.

Mientras, todos los días, muchas mujeres son perseguidas, insultadas, vejadas y amenazas por las redes sociales o por el teléfono móvil por hombres anónimos o por antiguas parejas. Pocas veces los casos que se denuncian llegan a algo. Y no soy catastrofista. ¿Nunca ha participado en una cadena de comentarios sobre algún tema candente en el que un internauta, hombre claro, haya descalificado o insultado o amenazado a una mujer? Si la respuesta es no, o ha tenido mucha suerte o es usted el descalificador, el atacante.

Pero volvamos al asunto de la impunidad. En internet, y con ello en las redes sociales, miles o millones de personas más bien alentadas por el afán generalizado de opinar y, peor aún, de informar aún no siendo periodistas ni teniendo acceso a las tan importantes fuentes de la información, posibilitan que el disparate haya tomado el mando de ordenadores, tabletas y móviles. Todos los días en algún grupito de WhatsApp alguien se atreve a afirmar categóricamente tal o cual cosa, sin pruebas más allá de me lo pasaron.

El Cabildo de Gran Canaria ha dicho basta a esto. Ahora, como logra parar este fenómeno será otra cosa.