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Los múltiples acontecimientos que están ocurriendo durante esta última semana me están generando mucha intranquilidad. Esta pandemia no solo ataca al sistema inmunológico de cada ser humano sino también está alterando la ya compleja convivencia entre todos en este estado de alarma. Y es que el tiempo, que al principio era el gran aliado de gobernantes y científicos a la hora de atacar al bicho, ahora cruzó el campo de batalla para cobijarse en la trinchera contraria y disparar contra los que toman decisiones aprovechándose del hartazgo y escasa paciencia que ya acumulamos todos.

Hay que reconocer que estuviera quien estuviera al mando, esta misión de gestionar una pandemia es prácticamente un suicidio porque hagas lo que hagas, la probabilidad de cometer errores es inmensa, pero eso no justifica que haya que poner paños calientes a múltiples bandazos en la toma de decisiones. Hasta la OMS ha metido la pata numerosas veces lanzando mensajes contradictorios, pero no debemos de olvidar el lío de las mascarillas que pasaron de ser prescindibles a obligatorias con la amenaza de la multa si no la llevas, las normas de paseos de los niños que pusieron unas y luego las cambiaron cuando se dieron cuenta de que eran un caos con el perímetro de un kilómetro como protagonista, que si puedes cambiar de municipio para unas cosas y no para otras, si puedes coger el coche para ir a una terraza pero no para practicar deporte o si puedes bañarte con una tabla de surf pero no con unos simples manguitos. Eso son ejemplos de bandazos que generan, cuanto menos, desconfianza en una sociedad molesta por la limitación de sus derechos, aunque haya sido necesaria y, hasta incluso –y es una opinión personal– insuficiente.

Pero en el Congreso de los Diputados el PSOE y Podemos, Sánchez e Iglesias, están empeñándose en darse un tiro en el tuétano de la credibilidad con los acuerdos alcanzados con Ciudadanos, PNV, Bildu o Esquerra para prorrogar el estado de alarma. No han sido claros ni fieles a las ideas que tanto publicitaron, sin ir más lejos, en la última campaña electoral y menos utilizando el coronavirus como coartada. Todo no vale... Estas maniobras están generando una gran división no solo en el hemiciclo, sino también en otros espectros como son, por ejemplo, los sindicatos, la patronal y hasta el propio ciudadano que se pelea en las calles. Los de las banderas de España contra el resto.

El tiempo cambió de trinchera y es el peor enemigo al que se enfrentan nuestro gobernantes. Mientras más pase, peor y todo ello ante la faltona mirada de la oposición.

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