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Vea la portada de CANARIAS7 de este viernes 19 de abril

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No había ido al sur de Gran Canaria desde antes del confinamiento. Las noticias que me llegaban por último era que había tornado en un páramo donde se mezcla la soledad de las calles con el cierre de los locales. Una especie de Sarajevo o universo fantasma que desde la propia autopista ya se ve a lo lejos una parcela con las guaguas sesteando a la espera de que vuelvan los turistas para recogerlos en el aeropuerto y llevarlos de excursión por la isla. La jornada del domingo procedía desconectar y tocó Mogán.

A medida que iba atravesando los túneles, ubicados una vez pasado Maspalomas y Meloneras, me acordaba de los alemanes y el coste de las inversiones de aquella Europa que desde las islas imaginábamos como cajero automático tan generoso como eterno. A decir verdad, desconozco el origen de la financiación de dichas obras pero sin los fondos comunitarios numerosas infraestructuras de las últimas décadas en el archipiélago no las tendríamos.

El puerto de Mogán, su playa, estaba abarrotada con la marea alta. Lo de las medidas de prevención se limitaba a un cartel junto a la escalera que da acceso a la arena y a una advertencia de fondo transmitida por la megafonía que nadie escuchaba. Eso por el lado sanitario porque lo que se refiere a la cuestión económica más de la mitad de los negocios están clausurados y agarrados a los ERTE. El rincón de las callejuelas de las casas blancas, tan veneciano, era un recorrido desangelado que retrata a la perfección la crisis que atañe a Canarias.

No había ni un choni. Por el cloquido era gente del terruño, familias que habían ido a pasar el día para que los chiquillos se desfogaran ahora que aprieta el calor y justo tras haber estado meses encerrados. Algunas terrazas sí han abierto en el paseo junto a la playa, pero muy lejos de aquel bullicio que sirve como caja registradora de la actividad económica que explica la evolución del Producto Interior Bruto en las islas. Genera inquietud pensar qué sucederá cuando se retiren los ERTE que operan hoy por hoy como la respiración asistida de un paciente hospitalizado. Ese será el momento clave. Pero el 30 de septiembre (por cierto, límite establecido constitucionalmente para presentar el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado) como fecha se antoja escasa para Canarias. El Gobierno dice que entonces los vuelos internacionales sean la norma. Suena a distracción. Si en otoño estamos en las mismas, más vale que los ERTE sigan vigentes porque, de lo contrario, el drama será tremendo e inimaginable para las generaciones que no conocieron lo que era esta tierra antes del desarrollismo al alimón del turismo de masas. Así que opté por rematar el día en Mogán pueblo donde un señor que regentaba una cantina me preguntó si quería un café. En Canarias somos muy cafeteros, especialmente a la hora de la sobremesa. Me temo que más de un cortado tendremos que tomarnos para despertar de la pesadilla en la que ya estamos inmersos.

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