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O a la ministra Nadia Calviño no le contaron la verdad, o dejaron que se utilizar su nombre en vano, o sencillamente se la jugaron para desgastarla. Son las únicas tres opciones que creo que caben ante el fiasco que supone embarcar a nada menos que una vicepresidenta y ministra de Economía en el órdago de aspirar a presidir el Eurogrupo sin tener la garantía de salir victorioso en el envite. Visto lo visto, me pregunto ahora cómo se recompondrá la ministra y cómo lo hará también un Gobierno, y sobre todo su presidente, ante la evidencia de que en el concierto europeo somos algo así como un músico que sobra en la orquesta. Da igual si vamos o no al foso, pues la música sonará. Incluso lo hará mejor sin nosotros.

Con la perspectiva del poco tiempo transcurrido, ahora se entiende mejor cuando la ministra de Exteriores, González Laya, dijo que se retiraba de la lucha por presidir la Organización Mundial del Comercio. Da la sensación de que ella sí vio venir la derrota y quiso evitar el doloroso trance.

De las tres opciones comentadas, quizás la más retorcida y maquiavélica es la tercera. Pero incluso no siendo así, habrá que estar atentos a las consecuencias. Lo digo porque se suponía que Nadia Calviño era para una parte del mundo empresarial -o para todo el mundo empresarial-, e incluso para el Partido Popular, la única garantía de que las políticas de izquierda que lidera Pablo Iglesias no se iban a llevar a cabo. A ella se le atribuyó haber frenado en seco aquel acuerdo entre el PSOE y Bildu sobre la reforma laboral. De manera que ahora, con esta derrota, que lo es del Gobierno y de su presidente, pero que evidentemente tiene para ella un peso personal no menos relevante, habrá que ver cómo queda la correlación de fuerzas en el Consejo de Ministros. Se especuló incluso con que su posible elección al frente del Eurogrupo abriría las puertas a una remodelación parcial del gabinete y quién sabe si eso no ocurrirá en breve, pero no porque ella se vaya a cometidos más relevantes, sino porque no esté por la labor de seguir haciendo de cortafuegos de Unidas Podemos ante un presidente que un día le lleva la contraria a su socio y 24 horas después parece que hace lo contrario.

Ahora no vengamos con el discurso victimista de que en Europa no nos quieren. Quedémonos con la evidencia de que pintamos poco, muy poco. Y que si esta Unión Europea desnortada se recompone en algún momento, no parece que lo haga contando con este país como uno de los líderes. Es lo que hay.

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