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El presidente más chicharrero

El presidente más chicharrero

Jueves, 1 de enero 1970

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Suele decir un amigo que un barco de pesca marroquí tiene más posibilidades de sobrevivir a una tormenta que un acorazado. Y eso es lo que debe ocurrirle a Fernando Clavijo, que, a pesar de navegar en un trasatlántico a toda pastilla, las bodegas hacen aguas y la pintura comienza a corroerse en la parte noble de la nave. El presidente del Gobierno, en nombre del conglomerado CC, tiene todo el poder, el que nunca imaginó, más del que cualquier sistema debe permitir, y muchas manos en la labor, lo que no está impidiendo un desgaste inusual gracias al contrapoder que viaja en un pesquero marroquí, pasándolo mal, pero bandeando la tormenta sin perder el rumbo.

Que a Clavijo y a su gente el informe sobre el desequilibrio regional de Antonio Morales le ha hecho un daño inmenso lo revela el hecho de que han sacado toda la armada para atacarlo. Han movilizado a todo el ejército en una auténtica traca contra el “barquito” con la intención de hundirlo, pero lo que han conseguido es que la opinión pública en Gran Canaria se ponga del lado del presidente del Cabildo. Ha hablado todo el Gobierno. Movilizaron a toda la plantilla mediática. Elaboraron un contrainforme desde Hacienda, metieron en el fregado a los empresarios, le mandaron la tele a Román para que hiciera declaraciones, elaboraron medidos mensajes para enfrentar a los sectores de Nueva Canarias a cuenta de los supuestos pactos en Madrid, desacreditaron el trabajo de los técnicos del Cabildo, mandaron a Carlos Alonso a vomitar alguna de sus lindezas, quemaron las redes sociales y trataron de que el PSOE en Gran Canaria también cuestionara el informe. El propio presidente del Gobierno se mojó con una de sus “clavijadas”, la del pasaporte insular a sus cargos en el Gobierno y colocaron en el mascarón de proa al presidente de la Confederación Canaria de Empresarios. Todo eso contra Antonio Morales, el presidente de un cabildo, con el 15% del poder de CC.

El deterioro de la imagen del presidente del Gobierno en Gran Canaria y de la acción del gobierno en toda Canarias, está tomando una dimensión incalculada por los cocineros de la presidencia del Gobierno. Y no son los números, los informes, es la actitud del presidente del Gobierno ante los grancanarios, a los que parece despreciar. Los números están ahí, y nos han ido convenciendo, poco a poco, de lo que algunos, como José Miguel Bravo de Laguna, predicaba sobre el desequilibrio y los ataques medidos a Gran Canaria por parte del poder chicharrero. Están los números y está el análisis político, el hecho incontestable de que desde que Román Rodríguez abandonó Coalición Canaria, el poder absoluto ha estado centrado en ATI y en Tenerife, y desde allí gobiernan la comunidad autónoma canaria utilizando todos los medios públicos a su alcance para favorecer a esa isla y a determinados sectores económicos chicharreros, que no a los tinerfeños en su conjunto. Es un hecho que quien manda en Coalición canaria es ATI, y la derecha más conservadora, depredadora e insularista, una auténtica involución de la vieja casta chicharrera con ademanes de arrogancia y autoritarismo.

Volviendo a las actitudes y a los gestos, que son los que terminan calando. El presidente del Gobierno ha optado por fascinar en Gran Canaria a una parte del ámbito empresarial, en el que ha sustituido, hábilmente, a José Manuel Soria, y de espaldas a los ciudadanos. No se le ve ni se le siente en Gran Canaria, pasa por aquí como quien va de incógnito, como funcionario obligado a viajar para tareas burocráticas, aunque al presidente también le gustan las conspiraciones políticas.

En esta legislatura la capitalidad le corresponde a Las Palmas de Gran Canaria. Los grancanarios no notamos que eso sea así, que el presidente lo visibilice, mime esa condición. Más bien miramos para Tenerife porque el presidente está allí la mayor parte del tiempo y desde allí maneja la región como la hace. Es en Tenerife donde concentra la actividad política, donde vive habitualmente y donde celebra muchos de los consejos de Gobierno. En Las Palmas tiene su casa, la que le pagamos todos los canarios, pero cuando pernocta se queda en los hoteles. La sociedad grancanaria desconoce sus salas en algún tipo de acto institucional o protocolario que el presidente haya organizado. Clavijo es de Tenerife, es chicharrero y ejerce como tal, y como tal se comporta, salvo con algunas élites grancanarias, a las que les faltan arrestos para denunciar determinadas cuestiones y valentía para poner las cosas en su sitio. Si de algo se ha preocupado Clavijo en estos últimos tres años es en fascinar a una parte del poder económico de Gran Canaria, la misma que adoraba a Soria por las mismas razones.

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