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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

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Fue en 1840, cuando una norteamericana llamada Esther A. Howland, comenzó el 14 de febrero a vender tarjetas regalo con motivos románticos y dibujos de enamorados en Massachusetts. Esta idea fue un éxito y la llevó a cabo después de conocer la historia de un sacerdote llamado Valentín, se opuso a la orden del emperador Claudio II, que prohibió la celebración de matrimonios entre jóvenes al creer que los solteros sin familia eran mejores soldados. Valentín se opuso y comenzó a celebrar en secreto matrimonios entre enamorados y, al enterarse, Claudio II, fue sentenciado a muerte el 14 de febrero del año 270, alegando desobediencia y rebeldía. Ese es el motivo de que este día 14, las calles se llenen de enamorados –ramo de flores en mano–, en busca de sus medias naranjas y que las tiendas hagan su agosto en febrero vendiendo regalos en cantidades industriales. Pero este año, en vez de amor, el día de San Valentín ha sido un terremoto de sentimientos contradictorios, pero alejados de la dulzura de sentirse queridos.

Por una parte, Pedro Sánchez está a punto de dar el primer paso para desprenderse de lo que más quiere, que no es otra que la presidencia del Gobierno. El socialista, aferrado al cargo como cual galán a su musa, va a dar un paso que nunca imaginó y que le puede dejar sin poder y sin Falcon, aunque las urnas serán las que digan la última palabra: matrimonio o divorcio. Esta inminente convocatoria de elecciones generales ha sido como un flechazo de Cupido en los corazones de Casado, Rivera, Iglesias y hasta Abascal, que ya comienzan a posicionarse haciéndose los duros con ese recurrido «no necesito a nadie para ser feliz», pero que, a buen seguro y tras el recuento de los votos, se convertirá en un «¿quieres salir conmigo?». Todo por gobernar y tener un hueco en la cama de matrimonio de la Moncloa.

Tampoco han destilado mucho amor los acusados en el juicio del Proces. Junqueras, por ejemplo, se presentó como un «preso político» y acusó a la Fiscalía de abrirle una causa por «sus ideas y no por los hechos», aunque hizo un guiño a San Valentín con ese «amo a España» que rechinó y dinamitó los cimientos del mismísimo Tribunal Supremo.

Pero bueno, pleitos políticos aparte, San Valentín sirvió para más cosas. Para disfrutar de la ilusión de algunos regalándose una simple rosa, para recordar a aquellos, como tú amigo David, que no están pero permanecerán para siempre en nuestros recuerdos y hasta para reilusionarse por detalles como una simple llamada o un mensaje de aquella persona a la que se quiere y extraña. Solo por estas cosas, ha merecido la pena celebrar este día de San Valentín así que disfruten del amor, o lo que sea, pero disfruten.

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