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El cadáver de López de Lacalle, tapado con una sábana, tras su asesinato. IGNACIO PÉREZ
El acoso al periodismo en Euskadi se tiñó de sangre
20 años sin Santi Oleaga

El acoso al periodismo en Euskadi se tiñó de sangre

El asesinato de Santiago Oleaga culminó una ofensiva de presión de ETA contra los medios de comunicación, consciente de que perdía la batalla de la opinión en el País Vasco, que fue decisiva en el fin del terrorismo

ALBERTO sURIO

Sábado, 22 de mayo 2021, 23:39

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Cuando Patxi Baztarrika, entonces director de gabinete de Román Sudupe como diputado general de Gipuzkoa, llamó por teléfono con la voz entrecortada aquella soleada mañana de mayo, el mazazo fue tremendo y la conversación lacónica, como un telegrama. Casi sin palabras, estaba todo dicho. Él fue el encargado de dar la noticia a algunos periodistas de El Diario Vasco. A Santi lo habían tiroteado a la salida del centro de Matia, junto al edificio del antiguo Geriátrico, después de que hiciera algunos ejercicios de rehabilitación. La mañana, luminosa, quedó truncada por el espanto. El atentado contra el director financiero del periódico no fue para nada un hecho aislado, fue un salto cualitativo y perverso en el marco de una estrategia de acoso e intimidación al periodismo vasco en libertad. El impacto fue demoledor.

  1. Señalamiento

La presión había comenzado tiempo atrás, y se había hecho particularmente intensa antes de mayo con ataques y amenazas. Directivos y periodistas de medios de comunicación aparecieron en las listas de comandos de ETA, con seguimientos de sus movimientos, cuando andaban en moto, cuando hacían deporte o iban al gimnasio. Los escoltas comenzaron a proliferar en determinados lugares y a determinadas horas y hasta en los periódicos llegó un momento en el que formaban parte del paisaje habitual. ETA había puesto en marcha hacía tiempo una dinámica de 'socialización del sufrimiento' para extender el conflicto a amplios sectores sociales y presionar así en favor de su 'negociación'. El objetivo era el mismo: socavar los mecanismos democráticos de decisión y condicionar los movimientos políticos en Euskadi. El periodismo libre les incomodaba profundamente en su concepción totalitaria y negadora de la sociedad vasca. Trabajar en estas condiciones de presión en pleno corazón de la Europa próspera y civilizada resultaba insólito. Pero ocurrió. Y no hace tanto tiempo.

  1. La mirada totalitaria

Eso lo supimos siempre. El inicio de la Transición vino marcado en Euskadi por esa amenaza permanente. En 1977 fue asesinado Javier Ibarra y Bergé, que había sido secuestrado el 20 de mayo de ese año y cuyo cadáver apareció el 21 de junio en el bosque del monte Gorbea. Ibarra era consejero del Banco de Vizcaya y de Babcock Wilcox y consejero delegado de EL CORREO. En junio de 1978 fue asesinado por ETA un periodista de raza como José María Portell.

En los años 90 se redobló la presión. La época del Pacto de Lizarra tensó de forma considerable las relaciones entre nacionalistas y no nacionalistas. ETA animó aquellos años la exclusión de la sensibilidad no nacionalista o autonomista, se empeñó en minar la convivencia y quiso quebrar los posibles puentes en una apuesta por la polarización social. La defensa de los criterios más pactistas y más transversales, que eran bien apreciados en la sociedad vasca, resultaba incompatible para la dinámica esencialista y excluyente de la violencia. Había un componente integrista en esa persecución que sufríamos. Incluso reivindicábamos la tradición liberal fuerista cuando en la casa solariega de Vicente Zaragüeta, en Hernani, nos recordaba el pasado traumático entre carlistas y liberales y la necesidad de curar las heridas para las próximas generaciones.

«No les llames fascistas», me dijo un amigo de la izquierda abertzale, buen conocedor del 'lado oscuro', pero empeñado en acabar con la tragedia. Lo hizo como un consejo 'bienintencionado', aunque en su momento me generó una notable zozobra. Quizá porque era consciente de que el término les hacía políticamente daño y porque revelaba que hacía tiempo que ETA empezaba a perder la batalla de la opinión pública en Euskadi, decisiva en inclinar la balanza hacia el fin de las armas. Ya el Pacto de Ajuria Enea fijó con claridad una línea divisoria prepolítica entre la violencia y la democracia y ancló al nacionalismo democrático sociológico en el bloque hegemónico de la paz. Una pieza básica en la deslegitimación social, política y cultural del terrorismo.

Cuando los periodistas, los escritores, los profesores universitarios... tenían que salir de las ruedas de prensa o de las aulas de la universidad escoltados, cuando tenían que llamar a las contratas municipales cada dos por tres para borrar las pintadas en las calles, veíamos cómo el fanatismo iba extendiendo sus tentáculos por el País Vasco como si fuera una hidra anónima. Años antes de que Fernando Aramburu lo describiera en 'Patria', muchos sabíamos ya de sus capítulos más sórdidos y siniestros. De lo importante que era no poner tu apellido en el buzón de casa para evitar lo peor, de la conveniencia de no quitarse el casco de la moto al dejarla en el garaje y subir a casa con el miedo metido en el cuerpo aquellas noches de los años 90.

Los prolegómenos del asesinato de Santi fueron reveladores de esa estrategia de intimidación, que se acrecentó en 2000. El Diario Vasco y EL CORREO la sufrieron muy de cerca. El 21 de marzo de 2000, un artefacto casero estalló junto a la puerta de la vivienda en Bilbao de los padres del redactor jefe de este periódico, Pedro Briongos. La deflagración causó daños materiales en la puerta y en los cristales del portal. El 29 de abril fue lanzado un cóctel molotov contra la delegación de El Diario Vasco en Tolosa. El 14 de mayo estalló en San Sebastián una botella de plástico rellena con pólvora junto a otra oficina de este periódico y causó pequeños desperfectos.

El 4 de junio un grupo de radicales atacó con cócteles molotov la delegación de EL CORREO en Las Arenas, pero no llegaron a estallar. El 7 de julio un artefacto que se hallaba oculto en una mochila causó desperfectos en la sede de Este periódico en Vitoria. El 7 de diciembre desconocidos colocaron un artefacto explosivo de fabricación casera ante la puerta de la delegación de El Diario Vasco en Eibar, que no llegó a explotar. El 22 de octubre de 2000 un paquete bomba fue enviado al domicilio en San Sebastián de José María Muguruza, consejero de El Diario Vasco, quien llevó el artefacto a la Ertzaintza, que se encargó de desactivarlo.

El 7 de mayo de ese año ETA asesinó en Andoain al columnista de El Mundo José Luis López de Lacalle. Algunos años antes de asesinarle mientras iba con su bolsa de periódicos, López de Lacalle colaboró también en las páginas de Opinión de El Diario Vasco. El que suscribe este artículo recuerda la última vez que pudo hablar con él en persona, en un restaurante de la plaza la Trinidad de San Sebastián, ya desaparecido, que se llamaba Clery. Con el tiempo siempre pensé hasta qué punto fue una locura atrevernos a pisar la Parte Vieja donostiarra, un lugar que durante años estuvo 'vetado'.

Un amenazado me reconoció una vez que uno de los momentos más dolorosos de su ostracismo era renunciar a ese espacio de intimidad y privacidad en lo Viejo, que había sido un lugar muy ligado a su juventud y en el que había conocido a su pareja. Tanto que una vez llegó a utilizar una silla de ruedas de su padre para pasear, disfrazado y sin que fuera reconocido. No pudo resistir la prueba y tuvo que marcharse entre sollozos, emocionado por semejante insólita experiencia que ponía de relieve las escenas surrealistas que muchas veces ha provocado el terrorismo.

El año 2000, después del atentado contra López de Lacalle, marcó un punto de inflexión en la estrategia de ETA para forzar los cambios y condicionar las decisiones. Que ese era el fondo de su proyecto ideológico y político de imposición totalitaria, como apuntaba Joseba Arregi, una apuesta muy hostil desde el principio a la Euskadi del Estatuto de Gernika. Se producía después de los años en los que las víctimas fueron sobre todo los agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado, o los empresarios vascos; muchos de ellos tuvieron que soportar en silencio el chantaje y la extorsión. Incluso sin decir a su familia ni una palabra, en una contención muy 'guipuzcoana' de temperamento que exasperaba a las fuerzas de seguridad porque no lograba establecer la trazabilidad de la cadena de amenazas.

  1. Libertad amenazada

El asesinato de Santi Oleaga venía precedido de esta campaña permanente. Incluso, de los planes de atentar directamente contra la redacción de El Diario Vasco, según los datos de los que disponía la Ertzaintza. La coacción al periodismo vasco se libraba desde hace tiempo. Dio un salto cualitativo con el envío de un paquete-bomba a la redactora de El País Aurora Intxausti. Un fallo mecánico en la bomba que ETA le había preparado le salvó la vida. El 10 de noviembre de 2000, Intxausti y su marido, Juan Palomo, corresponsal de Antena 3, se dirigían como cada mañana a la guardería con su hijo, que entonces tenía 18 meses. Al abrir la puerta de su domicilio sonó un pequeño estallido. Era el detonador de una olla cargada de explosivos camuflada en una maceta, que podía haber matado a los tres. El artefacto no explotó, pero la amenaza de ETA los expulsó del barrio donostiarra de El Antiguo en el que, durante décadas, había vivido su familia.

Los ataques a los medios se redoblan a partir de 2000. Concentración en defensa de la libertad de expresión en el Peine del Viento.
Los ataques a los medios se redoblan a partir de 2000. Concentración en defensa de la libertad de expresión en el Peine del Viento. MICHELENA

El 15 de mayo de 2001, el periodista Gorka Landaburu recibió en su casa de Zarautz un paquete remitido por una revista a la que estaba suscrito. El paquete-bomba, enviado por ETA, contenía 150 gramos de dinamita Titadyne, explotó al abrirlo y le causó graves heridas en el rostro y el abdomen y la amputación de una falange del dedo índice de la mano derecha y una falange de todos los dedos (excepto el pulgar) de la izquierda. Su domicilio fue también varias veces objetivo de ataques de grupos violentos. La amenaza le obligó a llevar escolta durante años.

Los ataques continuaron hasta el 2008. El 8 de junio, una bomba que contenía cinco kilos de explosivo estalló sin previo aviso, en las instalaciones de EL CORREO en Zamudio. Otros medios de comunicación en el País Vasco como EiTB, Radio Nacional, EFE, Antena 3 y TVE también fueron objeto de amenazas y atentados a lo largo de estos años. Y numerosos periodistas fueron 'señalados' e intimidados.

El 'relato' sobre el pasado implica rescatar la memoria de esa época en la que había que trabajar por la convivencia artículo a artículo, noticia a noticia, teletipo a teletipo. Entonces no existían, o eran incipientes, los medios digitales y las redes sociales, y el periódico manchaba con su tinta. Por eso resulta emocionante recordar aquella pelea tan sobria.

Años antes, el movimiento de deslegitimación de ETA había prendido también con fuerza en determinados ámbitos. Lo hicieron los militantes de Gesto por la Paz y muchos alcaldes y concejales, sobre todo en determinados municipios conflictivos de Euskadi. A comienzo de los 80 surgió al iniciativa de 'los 70'. El protagonismo de Koldo Mitxelena, de Eduardo Chillida o de Xabier Lete abrió una brecha de vanguardia que con el tiempo ha adquirido más peso, si cabe. Años después, escritores como Bernardo Atxaga, Ramón Saizarbitoria, Anjel Lertxundi o Lourdes Oñederra indagaron sobre el dolor de las víctimas, sobre la tragedia moral callada que se mascaba en muchos pueblos de Gipuzkoa, sobre las familias rotas, sobre los silencios, sobre las ambigüedades, sobre los temores a ser excluidos del círculo social. Siempre he pensado la necesidad de que desde la literatura, el ensayo y la ficción se evoque la valentía y el compromiso que también se dieron la mano entre nosotros en este combate silencioso por la dignidad.

Después empezamos a ver que el final de la violencia comenzaba a ser factible. La izquierda abertzale, hermética durante años en su burbuja de aislamiento, también se 'movía' ante el principio de realidad como se descompone un bloque de hielo con el calor y el buen tiempo. Le metáfora de cómo se derrite la nieve en invierno la acuñó Jesús Eguiguren en un almuerzo en la entonces casa Nicolasa en la que explicaba a redactores de este periódico los entresijos que podían conocerse del diálogo que precedió a la llegada de la paz. El fin de ETA iba a llegar como se derrite la nieve. La comida terminó con un brindis con champán. Siempre nos motivó la idea de que algún día deberíamos informar a toda plana sobre el adiós a las armas. Era el titular soñado y esperado. Y, tras años sin ninguna esperanza, empezábamos a ver luz al final del túnel.

  1. Tiempo de silencio

Ha llovido bastante desde entonces. La violencia ha desaparecido de nuestras vidas pero aquel pasado no. Las nuevas generaciones no vivieron aquella época. O la conocen poco. La vida no es fácil para los jóvenes. Muchos se forman como nunca, aunque luego les cuesta encontrar trabajo. Muchos de ellos se conectan desde fuera con el periódico y te recuerdan que en sus años de adolescencia leerlo era la pasión del día. Este ejercicio de nostalgia encierra cierta épica de periodismo romántico. La certeza era cerrar a la hora para llegar bien a todos los quioscos. Aquellas bobinas de papel que Santi le gustaba enumerar en la rotativa de Igara eran la garantía de no convertir aquellos días en un tiempo de silencio. No lo fue en absoluto, aunque algunos lo pretendieron llevando el dolor a muchas familias. En el fondo, es lo único que lograron.

Los datos

  • Pedro Briongos El 21 de marzo de 2000 un artefacto estalla en la puerta de la vivienda de los padres del redactor-jefe de EL CORREO Pedro Briongos.

  • López de Lacalle El 7 de mayo de 2000 ETA asesina al columnista de El Mundo José Luis López de Lacalle.

  • Aurora Intxausti ETA atenta el 10 de noviembre de 2000 con un paquete-bomba que no explota contra la periodista de El País en San Sebastián Aurora Intxausti.

  • Gorka Landaburu El 15 de mayo de 2001 ETA envía un paquete-bomba al periodista de Zarautz Gorka Landaburu que le provoca graves heridas

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