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Francis Ford Coppola había herdado la pasión por los Tucker, de su padre, el compositor Carmine coppola
Los Tucker y Francis Ford Coppola, una pasión de película

Los Tucker y Francis Ford Coppola, una pasión de película

El de Preston Tucker tenía todos los ingredientes de un sueño americano: ambición, imaginación, riesgo, y espectáculo. Un sueño que, por diversos motivos, fascinó a uno de los más grandes directores de Hollywood

Santiago de Garnica Cortezo

Viernes, 24 de diciembre 2021, 23:54

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La trayectoria vital de Preston Tucker, desde su primer trabajo, cuando adopta unos patines para recorrer los pasillos de la Cadillac Motor Company y así repartir más rápido el correo (la iniciativa terminó en despido cuando en la esquina de un pasillo se lleva por delante a su jefe), hasta convertirse en constructor de sus propios automóviles, es la de un inconformista, la de un aventurero.

Tras su experiencia sobre patines, trabaja como policía, pero pronto retorna a su pasión, el automóvil, convirtiéndose en vendedor e incluso en fabricante de coches de carreras: los Miller-Tucker, que correrán en Indianápolis en la edición de 1935. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, funda la Tucker Aviation Corporation, en Michigan, para surtir al ejército. Finalizada la contienda ha de reorientar su trabajo. Por fin va a poder realizar su viejo sueño: crear su propia marca de automóviles.

Francis Ford Coppola había herdado la pasión por los Tucker, de su padre, el compositor Carmine coppola
Francis Ford Coppola había herdado la pasión por los Tucker, de su padre, el compositor Carmine coppola

En 1945 la industria del automóvil americana está en plena parálisis creativa. En 1943 y 1944 se había detenido la construcción de coches particulares y las fábricas solo producían vehículos militares o aviones. Tras este paréntesis, se reanuda la fabricación de automóviles particulares, pero en la mayoría de los casos son antiguos modelos de 1942. Hasta 1949 no empiezan a aparecer coches con una estética más moderna, pero, aparte de esto, los tres grandes de Detroit, Ford, General Motors y Chrysler, son poco innovadores. Sin embargo, el clima de reconstrucción es propicio a los ambiciosos, independientes y aventureros, a los pequeños constructores capaces de apostar por algo diferente.

Pero nadie tiene la audacia de Preston Tucker. Él, que había vendido coches de otros, quiere ver su nombre en la entrada de una fábrica. En esta época, el gobierno americano pone a disposición de los particulares la posibilidad de comprar o alquilar, a precios irrisorios, fábricas militares que han perdido su utilidad.

Tucker logró convencer a muchos concesionarios y vendedores
Tucker logró convencer a muchos concesionarios y vendedores

Tucker se hace con las instalaciones que habían servido a Dodge para fabricar los motores de las fortalezas volantes B-29. Para utilizar esta planta, ha de justificar un capital de quince millones de dólares, que no tiene. Un contrato de alquiler es firmado el 18 de septiembre de 1946 con el compromiso de reunir el dinero antes del 1 de marzo del siguiente año. Nace así la Tucker Corporation.

Arranca el sueño

Tucker debe llenar la caja, pero para convencer a los accionistas ha de mostrarles el revolucionario automóvil que había prometido. Consciente de la importancia del diseño en la sociedad del «American Way of Life», recurre a uno de los talentos más originales, Alex Tremulis, que realizó el boceto del coche en seis días. Tucker quería, y necesitaba, terminar el coche en dos meses y que fuera visible bajo la forma de un prototipo rodante, no una simple maqueta. Tremulis, fanático de la aerodinámica, tenía libertad para que fuera diferente a todo. Como punto de partida Tucker había decidido que su coche llevara el motor atrás, disposición poco extendida en esta época y menos entre las grandes berlinas, todas con motor delantero.

El prototipo, bautizado como Tin Goose, se termina en cien días y si bien se han utilizado algunos elementos de un Oldsmobile de 1942 para ganar tiempo, no se parece en nada al resto de grandes automóviles americanos: silueta baja, un frontal con la entrada de aire del radiador integrada en el parachoques y un faro central que giraba en sentido de la dirección, puertas tipo autoclave mordiendo el techo y sin vierteaguas, trasera afilada, seis tubos de escape…. Y un interior amplio, confortable y buscando cuidar la seguridad, algo inédito en esta época.

El original diseño de Alex Tremulis viste una berlina de motor trasero
El original diseño de Alex Tremulis viste una berlina de motor trasero

El 19 de junio de 1947, Preston Tucker presenta en Chicago, ante cinco mil personas, el Tin Goose, e inicia una tournée por todo el país con puestas en escena dignas de Hollywood.

Clientes como Manolete

Hay muchos encargos (entre ellos el torero Manuel Rodríguez «Manolete») y dos mil personas compran las franquicias para convertirse en distribuidores de la marca. Pero el desarrollo del coche aún no ha finalizado y el motor original, sin tiempo para afinarlo, da problemas. Preston Tucker decide recurrir a un motor de helicóptero, unos seis cilindros flat refrigerado por aire de la firma Aircooled Motors. El primer coche de serie sale de la fábrica el 9 de marzo de 1948: es espectacular y diferente. Algunos centenares de accionistas visitan la fábrica. Aparentemente la cadena funciona.

Pero la realidad es otra. No hay dinero y los funcionarios de la Stock & Exchange Commision, desde hace tiempo intrigados por el derroche continuo del empresario, entran a saco en los despachos y se encuentran con unos números rojos que superan las peores predicciones.

En agosto de 1948 la fabricación cesa, cuando tan solo cincuenta y un coches se han terminado realmente. Los obreros son despedidos, y accionistas y concesionarios, que han invertido 26 millones de dólares, emprenden acciones legales. El 28 de enero de 1950 finaliza el largo proceso: Preston Thomas Tucker es absuelto de los cargos, pero su aventura ha terminado. Con tan solo 53 años, un cáncer termina con su vida el 26 de diciembre de 1956. Poco antes ha escrito un artículo para la revista Cars bajo el título de «Mi coche era demasiado bueno». Sin duda, todo un epitafio.

Las presentaciones se sucedieron con espectaculares puestas en escena
Las presentaciones se sucedieron con espectaculares puestas en escena

Cuarenta años después

Entre aquellos compradores que habían encargado un Tucker, hay un reconocido compositor y director de orquesta: Carmine Coppola. Le apasionan los automóviles: uno de sus hijos lleva como segundo nombre el de Ford, en honor a Henry Ford, y delante el de Francis.

Si, es Francis Ford Coppola, que se convertirá en el creador de inolvidables películas como 'Patton', 'El Padrino', 'La conversación' o 'Apocalypse Now'. Y resarcirá a su padre comprando, en 1979, uno de los Tucker fabricados, al que más tarde seguirá una segunda unidad.

Le obsesiona la marca, y la personalidad de su creador. Y en 1988 estrena «Tucker: The man and his dream» (Tucker: el hombre y su sueño), producida –el film cuesta 24 millones de dólares– por George Lucas, propietario de otro Tucker. Coppola, que rueda la película en un momento complicado de su vida (acaba de perder un hijo en un accidente), la firma como Francis Ford, un detalle muy significativo: el segundo nombre solo lo utiliza en aquellos trabajos que realmente considera como suyos y no como un encargo. El director refleja en ella el carácter aventurero, de incomprendido, de luchador contra las grandes compañías, de Tucker. Es un papel con el que el mismo se identifica. Quizás por ello es algo indulgente con su personaje, interpretado por Jeff Bridges, y lo transforma en un ser carismático y en una víctima. E incluso modifica su entorno familiar, con la bellísima Joan Allen en el papel de su esposa Vera, junto a Martin Landau como Abe Karatz, uno de los primeros promotores de la compañía, o el actor canadiense Elias Koteas como Alex Tremulis.

En The man and his dream (1988), el actor Jeff Bridges interpretó el papel de Preston Tucker
En The man and his dream (1988), el actor Jeff Bridges interpretó el papel de Preston Tucker

Coppola adapta igualmente algunos de los episodios de la gestación del coche. Tucker había alquilado la pista de Indianápolis para realizar las pruebas de su coche (utiliza ocho unidades) rodando a elevadas velocidades, mientras que Coppola hace estas pruebas en un circuito de 800 metros.

Si en el guion hay bastantes licencias, en cambio fueron muy rigurosos con la esencia del proyecto de Preston y con los coches: se emplearon no menos de veintidós Tucker auténticos (casi la mitad de los fabricados). En algunas escenas de las cadenas de montaje se incrementó el efectivo encargando en el especialista Tom Sparks partes de carrocerías en plástico. Y en el plano en que se ve un Tucker accidentado, en realidad se trata de un Studebaker disfrazado.

Preston Tucker afirmaría al final de sus días que su coche era dmasiado bueno
Preston Tucker afirmaría al final de sus días que su coche era dmasiado bueno

Pero en definitiva el filme despertó el recuerdo de un sueño americano, el de Preston Tucker, una vida con todos los ingredientes de una película. Solo quedaba rodarla, y Francis Ford Coppola lo hizo, con la banda sonora, claro está, de Carmine Coppola.

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