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Imagen del «motor de agua» ABC
Por qué no prosperó el motor de agua español de los años 70

Por qué no prosperó el motor de agua español de los años 70

En pleno proceso de transición hacia coches eléctricos, recordamos el invento de un español que pudo revolucionar el mundo de la automoción

Patxi Fernández

Madrid

Miércoles, 20 de enero 2021, 11:34

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En pleno proceso de «electrificación», la industria de la automoción busca e investiga sistemas y combustibles de bajas emisiones, con los que cumplir los compromisos europeos de lucha contra el cambio climático, y para conseguir un aire más limpio de NOx.

Además de los coches eléctricos «enchufables», también está cobrando peso la utilización del hidrógeno como combustible, lo que lleva a muchas personas a recordar el curioso invento de un español, que en los años 70 aseguraba haber patentado un motor de agua. Si bien un coche de hidrógeno no es un coche de agua, tal y como se consideraba en los años 70 el «milagroso» invento español.

La persona que estaba detrás del «motor de agua» era Arturo Estévez Varela, nacido en Valle de la Serena en 1914. Realizó estudios de Técnica industrial en Areneros de Madrid con el padre Caracciolo, «el más entendido en electricidad y electrónica en la España de los años treinta», según el diario ABC de Mayo de 1973. Fue jefe de taller mecánico y jefe de fábrica, entre otras ocupaciones. Su lista de patentes comenzó en 1931 y se alargaría hasta casi el centenar.

Además de su trabajo como ingeniero, Estévez sobrevivía gracias a los beneficios generados por la venta de otras 73 patentes. La que más dinero le generó fue la de un arrancador automático para tubos fluorescentes, en 1951, que le valió 370.000 pesetas. La que menos, un condensador electrolítico para corregir el coseno de Fi, en 1953: 90.000 pesetas. También le sacó un pellizco, dos millones y medio de pesetas, a las quinielas y algún premio más de lotería.

En 1972 obtuvo medalla de plata en la Exposición Internacional de Inventores, de Bruselas, por un purificador de gases contaminantes. En 1950 patentó en Estados Unidos un mecanismo de baterías solares para producir energía eléctrica, cuando nadie —aseguraba el propio inventor a ABC— hablaba de esto.

Pero entre todos sus inventos uno se hizo especialmente famoso, un motor que utilizaba agua a la que se añadía un misterioso producto nunca desvelado. Estévez Varela no llegó a comercializar este invento, pero alrededor del mismo surgieron diversas acusaciones de fraude, que ponían en duda que realmente se lograse hacer funcionar un motor con agua. La «leyenda negra» habla también del complot que en la época pudieron hacer las empresas energéticas y petroleras, rumoreándose que podrían haber comprado la patente de este invento para silenciarlo e impedir que se hundiese su negocio y sus ganancias. Lo que sí es una realidad es que en la Oficina de Patentes y Marcas del Ministerio de Industria no existe referencia alguna al «motor de agua» de Arturo Estévez.

Arturo Estévez durante una de las demostraciones de su invento
Arturo Estévez durante una de las demostraciones de su invento ARCHIVO ABC

En realidad se trataba de un generador de hidrógeno a partir del agua que se suministraba junto con un reactivo, una «arena» cuya composición Estévez nunca reveló. Con dos litros y medio de agua y un kilo de su aditivo aseguraba que se conseguían tres metros cúbicos de hidrógeno, con los que era capaz de hacer circular a una motocicleta.

Según declaraba Estévez a ABC, la arena por él inventada, mezclada con un 20 por 100 de carbón de piedra y tratada en un horno especial a una temperatura de 1.800 grados, daba como resultante una pasta que introducida en el generador, con la debida proporción de agua, producía el hidrógeno, con el que se movía el motor.

Pero el invento no logró la acogida que su inventor esperaba, llegando incluso en el año 1972 a reclamar la atención de las autoridades energéticas de la época, tal y como recogía textualmente el Diaro ABC: «El pasado día 12 de mayo (de 1973) Arturo Estévez dirigió a la Comisión de Industria del Congreso de Diputados el siguiente telegrama: Señores les ruego me digan cuándo tomarán en consideración mi generador de hidrógeno y vapor y tengan en cuenta que producir 250.000 Kg. de H2 y 1.700.000 Kg. de vapor a la presión que nos interese cuesta 9.000.000 de pesetas. Sólo los 250.000 Kg. de hidrógeno tienen el mismo poder energético que un millón de kilos de gasolina. Terminaríamos con el paro, con la angustia económica y con la polución. Esto lo demuestro prácticamente».

La crónica de ABC de 1974 recogía que «pocos científicos» hacían declaraciones favorables sobre este invento. Incluso el ministro de Industria decía, en 1971, que el «motor de agua es una broma». Pero Estévez Varela siguió repitiendo lo de «mi invento no puede fallar» y consiguió convencer. Vendió la mitad de los derechos de utilización de su motor a José Carrera Rey. Más tarde, inventor y comprador acordaron presentar el motor a la prensa. Pero finalmente, y tras asegurar que no tenía noticias de Estévez, Carrera Rey interpuso querella contra él.

Una de las crónicas de ABC tras la denuncia presentada contra el inventor
Una de las crónicas de ABC tras la denuncia presentada contra el inventor

Comprobó, además, según su denuncia, que el motor no funciona con agua. La noticia saltó así a los periódicos: «Por existir indicios racionales de criminalidad y por posible delito de estafa se ha dictado auto de procesamiento contra el inventor del motor de agua».

Tras un período de gran actividad con presentaciones por toda España y frecuente aparición en los periódicos, Arturo Estévez desapareció de la escena pública y nada volvió a saberse de él ni de su «invento mágico».

Según se supo años más tarde, en realidad el motor funcionaba, ya que Estévez hacía reaccionar agua con boro para producir el hidrógeno necesario. Tan solo tenía un problema, por el que probablemente fue rechazado en su día: el coste del boro, que era, y sigue siendo, superior al del petróleo. En condiciones ordinarias en la Tierra no se puede extraer energía química del agua por sí sola, y hacerlo mediante aditivos resulta ineficiente.

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