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Los medios ucranianos amanecieron este viernes sin muertos. El primer aniversario de la invasión rusa pausó los bombazos. Los tristemente habituales boletines sobre los ataques aéreos de la madrugada pasada o los choques en el frente del Donbás fueron sustituidos por noticias relativas a una nueva ayuda estadounidense de 3.520 millones de euros para el país, la llegada de los primeros tanques europeos, el respaldo «absoluto» de la UE y la OTAN o la imagen de una adolescente tocando el piano en un mercado en Kiev en homenaje a las víctimas.
También Yehor pudo contar su historia sin el ruido de las sirenas. Yehor es un niño de 9 años, un «hijo de los calabozos», como sus propios vecinos de Mariúpol definían eufemísticamente a las familias que han perdido sus casas y viven guarecidas en los sótanos. El pequeño es uno de los miles de resistentes de las nuevas generaciones por las que lucha el ejército, según dijo este viernes el presidente Volodímir Zelenski, con el fin de que «tengan un futuro en paz y libertad». Hace un año, Yehor estaba en su casa. La guerra no tardó en llegar. «Escuchamos una alarma, aviones, gritos. Simplemente nos escondimos. Se escucharon explosiones muy fuertes y ruidosas. Estaba muy asustado, me di cuenta de que la guerra había comenzado», explica en el 'Pravda' ucraniano.
Yehor hila el relato con el dramatismo inerte de quien contempla el infierno con la inocencia y el miedo de un niño. La combinación le permite convertir un atracón de gachas en un símbolo de la devastación. «Un día mi abuela cocinó gachas y se las dio a mi bisabuela. Mi abuelo ya había muerto para entonces. Solo sangró. Mi bisabuela no comió nada. Simplemente, no quería. Pero yo comí como nunca antes lo había hecho».
Stepan le saca cuatro años de edad. Ha vuelto a Kiev, donde su padre se quedó a combatir cuando comenzó el asedio ruso a la capital, mientras él, su hermana y su madre se marchaban a un lugar seguro en Leópolis. De esa madrugada recuerda que «el perro era el más feliz de todos, no se enteraba de nada y nos iba lamiendo por el camino». Su tío marchó al frente el mismo 24 de febrero. Murió el 7 de junio en la batalla de Severodonetsk. Stepan ha crecido deprisa. El dolor es un acelerante de la madurez. «Soy un patriota. Y me gustaría unirme a las fuerzas armadas si tuviera la oportunidad, aunque sé que por edad es imposible», asevera. Y no es la única declaración que, maldita guerra, nadie debería haber dejado nunca que un niño de 13 años pronunciara: «Entiendo que si defiendo a Ucrania, incluso si muero, en realidad solo moriré yo en lugar de cinco o diez civiles», razona con naturalidad.
La decisión del padre y del tío de Stepan es la que este viernes elogió Zelenski en un mensaje a la nación difundido en las redes sociales. Hace doce meses, «millones» de ucranianos «hicieron la elección» de defender la bandera azul y amarilla. «No huimos, sino que nos enfrentamos», declaró el jefe del Ejecutivo, convencido de que 2023 «será el año de nuestra victoria» después de doce meses de «dolor, tristeza, fe y unidad».
Por la tarde, el mandatario insistió en la misma idea durante una rueda de prensa convocada en Kiev. Que Ucrania gane la guerra «es inevitable» si todos los países «hacen los deberes», precisó en referencia al envío de material bélico desde Occidente para las tropas en el frente. Lo dijo en presencia del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, que este viernes viajó a la capital ucraniana para escenificar la entrega de los primeros cuatro tanques Leopold de fabricación alemana. «Tenemos la sensación real de que con tres Estados europeos habrá además una oportunidad de recibir entrenamientos y aviones», deslizó Zelenski, con ánimo de ahondar en la controversia abierta tras la negativa de la mayoría de los aliados a suministrar cazas de combate, que Rusia podría entender como una provocación.
El mandatario reivindicó el papel de la Justicia internacional para que los crímenes ocurridos este último año «no queden impunes». Él mismo confesó guardar imborrable la imagen de los cadáveres desperdigados por las calles de Bucha y el descubrimiento de las fosas comunes con cientos de civiles ajusticiados. Miles de personas participaron en esta localidad en una multitudinaria ofrenda floral para honrar a los familiares y vecinos asesinados a su paso por las fuerzas rusas. «Fue muy aterrador porque vimos de verdad que el diablo está en la tierra -exclamó el presidente-. Espero ver a Putin en el Tribunal de La Haya. Debe responder por toda la gente asesinada».
El 24 de febrero de 2022, Zelenski apareció en todos los medios. A las siete de la mañana. Anunció que Rusia acababa de invadir Ucrania. «Me dirigí a ustedes con una breve declaración. Duró sólo 67 segundos. Contenía las dos cosas más importantes. Que Rusia inició una guerra a gran escala contra nosotros. Y que somos fuertes».
En aquel inicio de la ofensiva, «muchos pronosticaron que duraríamos tres días. Pero sobrevivimos al cuarto día, luego al quinto y hoy llevamos un año de pie», apostilló. ¿Con quién se ha sentido decepcionado en este tiempo? La respuesta es clara: «Con todos los (políticos y altos cargos) que se fueron el día 24. Todos los que debían dirigir o proteger el Estado y se fueron de Kiev, de las ciudades y de los pueblos». «Yo me quedé -comparó-. Cuando eres el presidente de un país en guerra, tienes que estar aquí porque los hombres y las mujeres de tu país están muriendo aquí. Considero muy importante que mis hijos estén orgullosos de mí».
Cerca del lugar de la conferencia de prensa, cientos de militares despidieron este viernes al soldado Yuri Stroyev. Gente dura que lloraba amargamente con velas en sus manos. Fue una jornada de camposantos. De ofrendas y entierros. El frente no conoce aniversarios. Angelina, sí. Es la joven de 14 años que relata en el 'Ukrainska Pravda' cómo canta cuando suenan las sirenas para transformar el miedo en un juego. Aguarda con ansia el día en que no deba hacerlo más: «No sé cómo detener la guerra, pero tengo muchas ganas de volver a Kiev y celebrar mi cumpleaños. No sé cuándo ni cómo. Lo principal es estar en casa con mis seres queridos».
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