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Juan Carlos Barrena
Berlín
Miércoles, 8 de septiembre 2021, 15:39
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«Huelo el pánico», decía estos días la diputada liberal Marie Agnes Strack Zimmermann, para la que «es patente la situación de emergencia en la Konrad Adenauer Haus», la sede de la Unión Cristianodemócrata Alemana (CDU). La creciente pérdida de popularidad del candidato conservador a la Cancillería Federal, Armin Laschet, y el hundimiento en las encuestas hasta niveles históricamente desconocidos de los partidos de la Unión –CDU y sus hermanos bávaros de la Unión Socialcristiana (CSU)- han desatado todas las alarmas en la formación de la canciller federal, Angela Merkel, ante la patente amenaza de una pérdida del poder. Tanto es así que la propia Merkel, hasta ahora prácticamente ausente de la campaña electoral para las elecciones parlamentarias en Alemania el próximo 26 se septiembre, se vio obligada a aprovechar una intervención ante el Bundestag para echar un capote a Laschet y pedir el voto para su correligionario.
La canciller federal criticó además al candidato al que favorecen todas las encuestas en estos comicios, el socialdemócrata (SPD), Olaf Scholz, por presuntamente preparar un giro radical a la política nacional alemana y estar gestando ya una coalición con Los Verdes y La Izquierda. Pero fue una crítica forzada y muy moderada. Scholz es desde 2018 su ministro de Finanzas y vicecanciller federal con el que tiene una cordial relación personal y durante el debate parlamentario estuvieron sentados a pocos metros uno del otro en el banco correspondiente al ejecutivo, que CDU/CSU y SPD comparten desde hace ocho años. No es la primera vez que Merkel critica a Scholz en lo que va de campaña. Hace unos días le acusó de pretender usurpar su legado político, ahora que se retira después de 16 años en el poder. Y tampoco es la primera vez que Scholz renuncia a toda crítica y responde con elogios a la canciller por el trabajo en común y los logros alcanzados por la gran coalición. La alianza de gobierno que ha dirigido Merkel en tres de sus cuatro legislaturas.
En la misma sesión parlamentaria en la que conservadores y socialdemócratas, pero también liberales, populistas, verdes y La Izquierda, se tiraron los trastos a la cabeza e hicieron abiertamente campaña electoral en busca de votos, CDU/CSU y SPD dejaron a un lado sus diferencias e impusieron juntos la aprobación de un proyecto de ley para introducir la jornada completa para los escolares de primaria en Alemania y sacaron adelante la reforma de la ley de epidemias. Es lo que los alemanes llaman responsabilidad de estado. La misma que ha hecho que los socialdemócratas hayan gobernado a regañadientes durante los últimos años con Merkel. Siempre según la máxima del legendario Willy Brandt que sienta las prioridades de la política y a los políticos en este país: «primero el país, luego el partido y por último la persona». Máxima aplicable también en el caso de Merkel para su intervención en la campaña a favor de Laschet, a pesar de que da la impresión de que las elecciones le importan muy poco. Ni es candidata, ni ha participado en la nominación y elección del candidato conservador. Y su carrera política está a punto de terminar.
El escenificado apoyo público de Merkel a Laschet no es, sin embargo, más que una prueba de la desesperación de CDU/CSU ante la debilidad de su candidato y el terror de los conservadores por la posibilidad de verse abocados al abismo de la oposición parlamentaria. Y muchos se lamentan de no haber optado a la hora de elegir un candidato por el primer ministro de Baviera y presidente de la CSU, Markus Söder, el favorito de las bases de la Unión y del pueblo alemán en general, derrotado en un duelo desigual, en el Laschet jugó con ventaja. Desde entonces Söder respalda formalmente a su antiguo rival en la campaña electoral, pero no evita un cierto tono sarcástico cuando hace referencia al todavía primer ministro de Renania del Norte-Westfalia. Söder también ha entrado, entre tanto, en estado de pánico. CDU y CSU se encuentran en «una situación muy grave», dijo Söder este miércoles en la emisora Deutschlandfunk.
El líder bávaro calificó los resultados de los últimos sondeos de «altamente alarmantes», aunque «es posible aún» darles la vuelta, y destacó, no sin ironía, que «Armin Laschet trabaja con empeño desde hace días, yo lo hago en realidad desde hace meses». Quien tiene las cosas claras en la cresta de la popularidad y cuando el SPD aventaja en cinco puntos a los conservadores en las encuestas es Olaf Scholz. «Pueden estar seguros de que mi objetivo, al igual que el de muchos ciudadanos y ciudadanas, según tengo la impresión, es que CDU y CSU puedan recuperarse en la oposición», afirmó Scholz ante la prensa para descartar una nueva reedición de la gran coalición.
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